¿Tiempo de soñar? - Alfa y Omega

Cuando leo o escucho las noticias de lo que sucede en nuestro mundo a veces me pongo triste, porque parece que no existe nada positivo. Al mismo tiempo, me resisto a admitir esa situación. Y hago un ejercicio de buscar hechos y acontecimientos que me permitan ver la realidad desde otro ángulo; por supuesto, sin negarla.

Vivir es soñar y dejar de soñar es suspender la vida. Dejarla sin luz y sin sal, desabrida. Los sueños nos empujan a enfrentarnos a los retos que cada día se nos presentan, y en la Iglesia tenemos muchos. En este tiempo de sinodalidad todas las personas —creyentes y no creyentes— estamos invitadas a aprovechar la oportunidad de decir nuestra palabra, sintiéndonos parte activa para mejorar el rostro de la Iglesia, ese que tantas veces aparece lastimado, que no ofrece la seguridad y el refugio esperados, que se vuelve hostil y aleja de sí a las personas.

No queremos adoptar una postura de pasividad y menos de ataque. Deseamos seguir soñando y afrontando los retos que aparecen. Hay una mirada que despierta y anima. Basta con contemplar a Jesús en el Evangelio y sus gestos y actitudes. Miraba de cerca, tocaba y se dejaba tocar, se juntaba con lo peor de la sociedad; es más, se le iban los ojos hacia los más desfavorecidos por la vida.

No solamente fijamos los ojos en Jesús. También en los poetas. La poesía alimenta nuestros sueños y nos pone palabra inspirada para sostener la esperanza, el reto de ser mujer en esta Iglesia sinodal y la posibilidad de darnos valor, de (re)conocer nuestras capacidades, de ser propositivas y no dar pasos hacia atrás, cuando tanto se necesitan pasos adelante.

Soñamos con que la Ruah conduce nuestros caminos, alienta nuestro barro y nos invita a sumarnos a otros y otras. Nada en solitario, sino en comunidad, en grupo, haciendo camino juntos. Que eso, y no otra cosa, es la sinodalidad que deseamos. Y que creemos que ha venido para quedarse.

«No te rindas, por favor, no cedas, aunque el frío queme […] aún hay vida en tus sueños, porque cada día es un comienzo nuevo, porque esta es la hora y el mejor momento» (M. Benedetti).