Melena cana despeinada y superlativa, chaqué sobre camisa blanca arrugada, pantalones sin pasar los bajos por modista y zapatillas deportivas. Con esta planta; cuatro focos; una mesa al fondo con libros, una calavera y dos candelabros —todo lo que necesitaría el pensador para sobrevivir antes de ser fagocitado por el siglo XXI— y el maestro Javier Alejano al violín presenta Rafael Álvarez, El Brujo, su último trabajo en el Teatro de la Comedia, El viaje del monstruo fiero —corran, termina este domingo, 26 de marzo— el espacio donde la Compañía Nacional de Teatro Clásico deleita a los asistentes con versos y farándula de nuestros grandes antepasados. Este bululú capaz de llevar de la mano a sus fieles seguidores desde los versos de Lope hasta la moción de censura de Tamames, pasando por una parada de santa Teresa de Jesús en medio de uno de sus viajes en los que, alrededor de un fuego, escuchaba atenta a los juglares, los guardianes de la tradición oral, ha querido en su último proyecto elogiar el noble arte del juglar, del actor, del monstruo fiero —que es él mismo— de la mano de los notables españoles que nutrieron uno de los momentos más sobresalientes de la historia de España, el Siglo de Oro.
Solo con modular la voz El Brujo situará al espectador entre Sancho, los frailes de San Benito y don Quijote, y desvelará que quizá el loco de La Mancha fuese el mismo san Juan de la Cruz en busca de la Belleza. La experiencia de dicha Belleza, explicará, es la que arrebata el alma y el corazón del actor. Y se verá reflejado en los éxtasis de santa Teresa de la Cruz y su anhelo de amar al Amado —«una mujer valiente», la definirá—; en los devaneos de Lope, atrapado finalmente en las garras del amor a sus sesentaytantos y asfixiado en la bipolaridad de amar a Dios y a Marta de Nevares, a la que acompañó en su locura hasta el último suspiro; en aquel día en el que tuvo que ir a despedir a su amigo Fernán Gómez a su capilla ardiente, «un verdadero maestro, porque tenía sentido de la integridad».
Y cómo no rendirse a la palabra. Su poder —el de la Palabra— es lo que arrancó a Lázaro de la muerte, recordará a los espectadores. Es, también, la que movió el corazón de su padre, en aquel remoto pueblo en el que obligó a los pobres a escuchar a Cervantes antes de llevarse un plato de comida a la boca. La palabra fue el vehículo de la locura entre Romeo y Julieta. La palabra de san Francisco de Asís, «el juglar de Dios», al que ha dedicado íntegro otro de sus espectáculos, también estará presente. «Decía San Francisco de Asís que solo la belleza puede cambiar el corazón del hombre inclinado por naturaleza a la tiniebla. Por lo tanto no es la política, ni la moral, ni siquiera el conocimiento… sino el sentimiento estético; el sentimiento de la belleza lo que nos hace seres sensibles, seres humanos, seres que son capaces de elevarse por encima de la miseria», dirá de su místico favorito.
La palabra, el amor, la búsqueda del grial, la experiencia de la belleza, son los compañeros de ese viaje del monstruo fiero. Un precioso homenaje, este último trabajo de Rafael Álvarez, a quienes se ganan la vida desde hace siglos con el noble arte del teatro. Con el necesario papel del artista, hombres y mujeres que dedican su vida a recordarnos que «polvo serán, más polvo enamorado».
★★★★☆
Teatro de la Comedia
Calle del Príncipe, 14
Sevilla, Sol
Hasta el 26 de marzo