Hassan Mohammad, casco blanco en Siria: «Oíamos los gritos bajo los escombros»
Este miembro de la Defensa Civil Siria, conocida como cascos blancos, está trabajando en la búsqueda de supervivientes tras el terremoto. Han encontrado ya a casi 3.000
¿Ha sido diferente esta semana a lo vivido durante la guerra?
Llevamos más de diez años apagando incendios tras los bombardeos y rescatando a gente. Y a pesar de ser una situación de guerra, la magnitud de este desastre ha sido mucho mayor que cuando Rusia y el régimen sirio atacaban la zona. Por ejemplo, cuando los ataques químicos hubo muchas pérdidas, más que con un misil. Pero esta vez ha sido todo más difícil, y era más necesario tener maquinaria pesada y material técnico para rescatar a la gente rápidamente. Aquí en Jindiris había cerca de 120 edificios totalmente destruidos, algunos de cinco o seis plantas. Eso requiere un gran esfuerzo.
Esa zona del país, en manos de grupos rebeldes, no está sujeta a las sanciones. ¿Por qué apenas llega ayuda?
No sabemos la razón, si no quieren o es que los sirios deben estar bajo los escombros. Nosotros estamos trabajando, no podemos pasarnos todo el rato diciendo que necesitamos apoyo. Todo el mundo ha oído sobre el terremoto, sabe lo que está ocurriendo, las consecuencias. Y no han respondido. Nosotros oíamos a las madres y padres que lloraban a sus hijos y los gritos de la gente bajo los escombros.
¿Cómo compensan esas carencias?
Con el apoyo local de la gente y de entidades locales que vinieron rápidamente a ayudarnos. Todas las máquinas que han participado en el rescate son de personas que viven en la zona. Además, nos ha obligado a poner todo nuestro esfuerzo y a trabajar las 24 horas del día. Muchísimos voluntarios han dejado a sus familias, a veces sin saber en qué situación estaban, y se han puesto a trabajar.
Nuestro principal objetivo es salvar las almas bajo los escombros. Hemos podido rescatar a 2.950 en todo el noroeste de Siria. También hemos encontrado 2.166 cuerpos. La gente estaba durmiendo en sus casas y los edificios cayeron sobre ellos. Los cascos blancos somos los primeros y los únicos que acudimos a rescatarlos. Empezamos a hablar a la gente, les pedimos que griten para señalar dónde están. También recibimos avisos de la gente que tienen desaparecidos, y vamos a esos edificios. Algunos casos nos han impactado mucho.
¿Por ejemplo?
Encontrar bajo los escombros a padres abrazando a sus hijos a o madres que murieron para protegerlos. Aquí en Jindiris había una familia de cuatro. El padre, la madre y un niño de 6 años habían perdido la vida, y el pequeño, de 2 años y medio, estaba vivo a su lado. Se notaba que se sentía seguro al lado de su familia; no sabía que habían fallecido.
¿Esta falta de medios para las operaciones de rescate harán que el número de víctimas sirias acabe igualando al de las turcas, aunque ahora esté muy por debajo?
Nosotros hemos dado exactamente la cifra que tenemos. En Turquía, además de ser el epicentro, las zonas afectadas tenían muchísimos habitantes; no es lo mismo que el noroeste de Siria.
¿Es el momento de pasar de buscar supervivientes a retirar escombros?
Hasta este momento, ocho días después, seguimos trabajando con cuidado porque todavía tenemos esperanza de que salga alguien vivo, aunque después de 72 horas la probabilidad es muy pequeña. Incluso en la fase de retirar los escombros vamos con cuidado por si hay alguien vivo o queda algún cuerpo.
¿De dónde sacan esa esperanza?
De las miradas de los niños y de las lágrimas de la gente afectada; eso es lo que nos da fuerza para apoyarles. También del pueblo y de los desplazados, que nos han confiado esta responsabilidad. La buena organización y trato que tenemos en los Cascos Blancos también nos ayuda. Y toda la gente que desde fuera se está interesando y ayudándonos.
Ahora viene el reto de dar sepultura a miles de fallecidos.
Es uno de los problemas que estamos intentando resolver, porque además nos hacemos cargo de cuerpos de refugiados sirios que murieron en Turquía. Lo más importante es la colaboración del pueblo. En Al Bab, al norte de Alepo, los desplazados de un campamento han preparado tumbas para muchas personas que murieron en Harem, a 120 kilómetros. Respecto a los cuerpos sin identificar, estamos colaborando con entidades locales para tenerlos en depósitos y documentarlos para que si algún pariente viene más tarde pueda reconocerlos. También estamos preparando tumbas para, pasado un tiempo, enterrarlos nosotros mismos. En este momento el noroeste de Siria son campamentos de desplazados, edificios destruidos y tumbas.
¿Ayudan más allá de los rescates?
Tenemos equipos de mujeres que van a los campos y centros temporales de desplazados para ver las necesidades médicas de la gente. También contamos con un buen número de puntos de atención para atender emergencias y cosas básicas como curas de heridas. El resto de cosas se gestionan con los hospitales. La mayoría de gente que trabaja en ellos son mujeres, también para atender a las embarazadas.
Mencionaba a los desplazados. ¿Cómo les ha afectado el terremoto?
En los campamentos el impacto ha sido menor porque no había edificios. Pero una parte muy grande de los habitantes de los edificios afectados eran desplazados. En las zonas más golpeadas, como Jindiris o Harem, antes de la guerra vivía muy poca gente. Ahora había muchísima porque los sirios se vieron obligados a huir de otras partes del país como Homs, Alepo, Damasco o Raqqa hacia el noroeste, fuera del control de la dictadura. En esta situación de guerra, se vieron obligados a construir en cualquier sitio, también donde no se podía, porque lo importante para ellos era vivir y encontrar un sitio para sus hijos.
El fin de semana llegó el primer convoy de ayuda a esa región a través de la frontera con Turquía. ¿Qué hará falta en las próximas semanas?
Todos los convoyes hasta ahora estaban ya programados, no son algo especial para cubrir las necesidades de los afectados. Los equipos de rescate necesitamos apoyo de todo tipo, maquinaria pesada moderna y también ayuda para formar a nuestros voluntarios. Y es necesario que la comunidad internacional esté a nuestro lado de forma seria. Lo más importante es la gente que está en la calle. Necesitan un hogar. Hay que construir edificios con buenas condiciones.
Su zona sigue en guerra bajo el control de distintos grupos. ¿Cómo se distribuye la ayuda?
A pesar de que hay diferentes grupos, al final es la misma población. La cuestión es que entre la ayuda; luego repartirla no es un gran problema. Nosotros y otras organizaciones tenemos formas de gestionarlo.
«Las consecuencias masivas de este desastre requerirán un esfuerzo humanitario internacional igualmente masivo», subraya Francisco Otero, coordinador general de Médicos Sin Fronteras para Siria. El sistema sanitario ya estaba «hecho añicos», con hospitales dañados y obligados a «compartir» profesionales, y «con carencias frecuentes de medicinas». En los centros en los que trabajan se amplió la capacidad para atender, en total, a 3.565 heridos. Pero, sobre todo, la entidad apoyó a otras instituciones médicas. «Enviamos personal, incluyendo cirujanos»; material médico, y combustible para unas 90 ambulancias.
«Gradualmente, los equipos se están moviendo para poner en marcha clínicas móviles» en los asentamientos de desplazados y servicios de «primeros auxilios psicológicos». En la región, de cuatro millones de habitantes, 2,8 eran desplazados y ahora «va a haber más». «La población tiene unas necesidades enormes de atención médica y de ayuda distinta a alimentos». Por ello, «el mayor desafío sería un retraso potencial en la importación de ayuda» por el paso de Bab al Hawa, «el único entre Turquía y el noroeste de Siria».