El Papa a los obispos congoleños: «Seamos pastores y servidores del pueblo, no hombres de negocios»
Francisco concluye su visita a la República Democrática del Congo alentando a los pastores a ser «instrumentos de consuelo» y a sanar «las llagas de los que sufren» por la violencia, la explotación de recursos o la corrupción
El Papa Francisco ha cerrado su periplo por la República Democrática del Congo con un encuentro con los obispos del país, en el que los ha alentado «a ser instrumentos de consuelo para los demás, para sanar las llagas de los que sufren, mitigar el dolor de los que lloran, alzar a los pobres y liberar a las personas de tantas formas de esclavitud y opresión».
El Pontífice, que se ha vuelto a referir a los grandes males del país —la violencia, la corrupción, la explotación de recursos naturales…— ha dicho también que es tarea de los obispos «despertar las conciencias, para denunciar el mal y para alentar a los que están sin esperanza».
Pero les ha advertido, en varias ocasiones, de que deben hacerlo «sin subirse a pedestales, sin asperezas, dando buen ejemplo con el sostén y perdón mutuos». «No, por favor, dejemos los negocios fuera de la viña del Señor. Seamos pastores y servidores del pueblo, no hombres de negocios», ha añadido.
También les ha invitado a no ver el episcopado como «la posibilidad de escalar posiciones sociales y de ejercitar el poder» y a alejarse del espíritu de mundanidad «que nos hace interpretar el ministerio según criterios de beneficio personal, que nos vuelven fríos y alejados de la administración de cuanto nos ha sido confiado».
Y aunque la tarea de los obispos no es «una acción política», el anuncio del Evangelio y la animación pastoral, ha subrayado, «no pueden resolverse con principios distantes de la realidad de la vida cotidiana». «Deben tocar las heridas y comunicar la cercanía divina para que las personas descubran su dignidad de hijos de Dios y aprendan a caminar con la frente en alto, sin agachar la cabeza ante las humillaciones y las opresiones», ha agregado.
En su opinión, los obispos congoleños están llamados a colaborar en la construcción de una historia nueva en «un mundo de perversión e injusticia», a alzar la voz «para que las conciencias se sientan interpeladas». «Es necesario arrancar las plantas venenosas del odio y el egoísmo, del rencor y la violencia; derribar los altares consagrados al dinero y la corrupción; edificar una convivencia fundada en la justicia, la verdad y la paz, y plantar semillas de renovación, para que el Congo sea una tierra bendecida y feliz», ha señalado.
Y ha concluido su intervención con una nueva invitación a que sean «testigos de misericordia y reconciliación en medio de la violencia desencadenada no solo por la explotación de recursos y por los conflictos étnicos y tribales, sino también por la fuerza oscura del maligno, enemigo de Dios y del hombre».