Aitor de la Morena: «Por la división mundial hay un deseo de unidad»
El delegado episcopal de Ecumenismo y Diálogo Interreligioso hace balance de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, recién concluida. «Orar es pedir para que Dios obre el milagro»
Tras las celebraciones, ¿qué balance haría?
Mi impresión es muy buena. Ha ido mejor que el año pasado en cuanto a participación y a entusiasmo. En la vigilia de jóvenes hubo más de 100 personas y en el encuentro de coros se dieron cita siete agrupaciones muy variadas, desde los filipinos carismáticos pentecostales hasta comunidades africanas evangélicas. Se ve que el año pasado, en pospandemia, la gente aún estaba reticente; también este año hay aires nuevos y, a su vez, viendo la división que hay en el mundo, hay quienes sienten más ese deseo de unidad.
¿Destaca algún momento?
La pastora que predicó el año pasado en la catedral, Esther Ruiz —que es la esposa del presidente de la Iglesia Evangélica Española— contó que había tenido una pulmonía que la tuvo entre la vida y la muerte, y que el cardenal Osoro la llamaba a diario para ver cómo estaba y para asegurar su oración. Fue un testimonio muy bonito de comunión real.
¿Qué impresiones se lleva?
Ya notaba que Dios nos acompañaba en la reunión que hicimos para preparar la semana con líderes de otras iglesias. El talante era muy bueno, venían con buena actitud de ceder, de amor… Fue como mi primera prueba de fuego. Y ya desde ahí, el Señor nos está acompañando, que no es una cuestión solo humana.
¿Qué aprende un cristiano de otro?
Uno solo puede aprender desde el conocimiento práctico y real, yendo alguna vez a algún servicio, conociendo a las personas de otras iglesias… De todas las iglesias protestantes podemos aprender la primacía de la Palabra de Dios en la vida cristiana, el rol de la mujer y el papel de la comunidad y de cómo acoge. Y de las iglesias ortodoxas, la riqueza de la espiritualidad del Oriente cristiano, que eleva al cielo con sus cantos, el incienso, los iconos… Es una experiencia mística. Ellos dicen que en la divina liturgia se unen el cielo y la tierra y tú experimentas un poco eso, que estás en el cielo.
El cristiano de a pie, ¿qué puede hacer por la unidad?
Esta semana sirve para concienciarse y el primer conocimiento es importante. La idea es que el año que viene participen todavía más personas. Aparte, yo diría que si uno sabe que hay una iglesia de otra denominación en su barrio, que no tenga miedo a pasarse un día a presentarse. No se trabaja en etéreo, sino conociendo a las personas. Hay muchos que te abren la puerta de su iglesia y de su corazón y entonces hay que interesarse por lo suyo y compartir lo tuyo. Para nosotros es importante ese diálogo recíproco, que solo se da a través de una base de amistad. Y luego, rezar, pero que no sea solo esta semana, sino a menudo. Por ejemplo, que los sacerdotes celebren una vez a la semana, o al menos una vez al mes, la Misa que hay por la unidad de los cristianos es efectivo, claro. La Misa tiene un valor infinito. Porque la unidad es una cosa imposible para las fuerzas humanas; era imposible para Jesús mismo, Él se lo pide al Padre. Orar es pedir para que Dios obre el milagro.
¿Algún reto específico para el futuro?
Ya descubrí al poco de llegar la falta de sensibilización que hay. Es vital que el tema de la unidad no se quede solo en los líderes, sino que llegue a las comunidades, y aquí tienen un papel fundamental los pastores —en el caso católico, los sacerdotes—. Como líneas de actuación, hay que buscar formas de encuentro, por ejemplo, a través de la música y de la acción social.