No resulta fácil trazar, aunque solo sea en grandes líneas, un balance de la labor del entonces cardenal Joseph Ratzinger, en sus casi 24 años (1981-2005) al frente de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Entre otras cosas porque una gran parte del trabajo que el dicasterio realiza es, por su naturaleza, reservado: respuesta a consultas, entrevistas con obispos individualmente y en las visitas ad limina de las conferencias episcopales, consejos para el buen funcionamiento de las comisiones doctrinales de los diferentes países, etc. En el caso concreto de Joseph Ratzinger, cuyo periodo como prefecto coincidió casi completamente con el pontificado de san Juan Pablo II, sin duda hubo una gran colaboración con el Santo Padre. Podemos pensar que muchos elementos del rico magisterio de Juan Pablo II pueden haber sido fruto de los diálogos e intercambios con el prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Evidentemente, no podemos ir más allá de suposiciones más o menos fundadas. Pero, en todo caso, es considerable la mole de documentos de la entonces Congregación para la Doctrina de la Fe que llevan la firma del cardenal Ratzinger. Son exactamente 63, que en la edición publicada en 2017 (Congregazione per la Dottrina della Fede, documenti — 1966-2013), abrazan de la página 183 a la 636. Son muy diversos los géneros literarios de estos documentos, que van desde exposiciones doctrinales extensas hasta breves notas para responder a una duda presentada (responsum ad dubium). Se tratan en ellos diferentes temas de índole dogmática o moral simplemente disciplinar.
Ningún ámbito de problemas quedó fuera del interés de la congregación durante el periodo en que el cardenal Ratzinger la presidió: temas de cristología, de eclesiología, de teología sacramental, de moral de la vida y de la sexualidad, del diálogo ecuménico. En este punto concreto quiero señalar el acuerdo alcanzado entre la Iglesia católica y la Federación de las Iglesias Luteranas sobre algunas cuestiones referentes a la doctrina de la justificación, tema, como se sabe, muy controvertido desde los tiempos de la Reforma. Por su notable alcance doctrinal quiero mencionar expresamente la declaración Dominus Iesus acerca de la unicidad y la universalidad salvífica de Jesucristo y de la Iglesia (año 2000), que salió al paso de ciertas posiciones pluralistas que ponían en duda la mediación universal de Jesucristo. Y aunque no se trata de un documento de la congregación, sino que lleva la firma del Papa Jun Pablo II, no podemos olvidar que la congregación ejerció un papel muy singular en la elaboración del catecismo de la Iglesia católica (1993, edición típica 1997), que, sin duda, fue uno de los momentos culminantes del pontificado de san Juan Pablo II.