Carlota Valenzuela, peregrina de Finisterre a Jerusalén: «Sentí que caminaba con Jesús»
Esta peregrina granadina ha completado los 6.000 kilómetros que separan Finisterre de Jerusalén, en un camino marcado por la fe, la alegría y la apertura al prójimo
Saliste de Finisterre el 2 de enero y, casi un año después, llegas a Tierra Santa… ¿Cómo ha sido pisar la tierra de Jesús?
Superemocionante. Cuando estaba llegando a Nazaret, sentí que caminaba con Jesús y que Él me iba enseñando su pueblo. Me sentí muy acompañada. Y al llegar a la basílica de la Anunciación me pasó una cosa preciosa; salió un sacerdote, me saludó y me dijo: «¿Eres tú?». Era un sacerdote chileno que estaba de visita y que había visto una entrevista mía. Fue como si Jesús me diera la bienvenida. Pero lo que más me emocionó fue que el Verbo se hizo carne aquí. Ese hic [aquí, en latín] fue lo que me trastocó completamente.
Para llegar a Nazaret has cruzado diez países y caminado 6.000 kilómetros. ¿Cuál ha sido el motor?
Es la fe. Y se materializa en un llamamiento muy claro, en el fondo y en la forma: Dios me proponía una peregrinación a pie hasta Jerusalén. Yo lo único que escogí fue el punto de partida. Y para mí lo que tenía más sentido era Finisterre, para hacer un camino desde el final hasta el principio.
¿Era una llamada personal o hacia fuera? ¿Querías hacerlo por ti o tener un impacto en otros?
La llamada era personal e intransferible. Era una llamada hacia mí en la que no había ninguna promesa de frutos ni iba orientada a generarlos. Todo lo que se ha ido derivando es gratuito. Ha habido momentos en los que he vivido esta peregrinación más como una misión, como algo que completar, pero ahora me he dado cuenta de que ha sido un regalo de Dios.
¿Qué frutos has visto en tu camino?
Los he visto en las personas con las que me he encontrado, aunque también en las redes. Que alguien pare su ritmo de vida normal y que haga sitio para acoger a una peregrina cansada, sucia y hambrienta, ha dado mucho fruto. Tanto en mí, por lo que he ido aprendiendo en cada casa donde he parado, como para ellos, que es como si Jesús les hubiera llamado a la puerta.
¿Es igual la Carlota que salió de España a la que ha pisado Tierra Santa?
En una parte es idéntica. Me reconozco perfectamente, pero mi percepción del mundo ha cambiado: me he llenado de libertad y de saberme amada infinitamente y de forma incondicional. He descubierto que Él ha derribado muchísimas paredes que tenía en mi vida y me ha dotado de una libertad aplastante.
¿Y tu manera de relacionarte con Dios? ¿Es diferente?
Siento que le he descubierto mucho más y que mi relación con Él es más estrecha y personal. Pero también siento que tengo muchísimo por descubrir, mediante mi relación directa con Él y con el mundo.
Más de 29.700 personas han seguido tu camino por Instagram, pero habrás tenido muchos momentos de soledad con Él.
Pese a haber estado conectada, he intentado estarlo lo menos posible. Y eso me ha permitido tener momentos de soledad con Él preciosos. De intimidad absoluta, de descubrirle en los paisajes. De contemplar su obra. Y eso, día tras día, te va ensanchando el corazón. Ahora me doy cuenta de que soy más sensible, de que percibo mucho mejor los pequeños guiños de Dios en mi vida.
¿Esta peregrinación hubiera tenido sentido sin exposición?
Sí. Y en algunos momentos he anhelado hacer una desconexión absoluta y que nadie supiera absolutamente nada de mí en un año. Pero entiendo que es algo muy duro para mi familia y que yo también me he servido de esa conexión para conectar con gente de otros países y para abrir puertas de hospitalidad. Yo no solo he volcado en las redes, sino que me he nutrido mucho. Además, saber que había tantísima gente rezando por mí es algo que nunca seré capaz de agradecer lo suficiente.
¿Lo has notado?
Lo he notado de forma física. En momentos de cansancio, de agotamiento, de sufrimiento espiritual, he sentido mucho el apoyo de la oración de la gente. Pero también me siento contenta de haber podido tener lo mejor de los dos mundos: conexión y soledad.
¿Qué te llevas de esta experiencia?
Me llevo el sentirme hermana. El ser capaz de ver en las otras personas a mi hermano en Cristo y de ver casas ajenas como mi hogar. Eso creo que es algo que se queda completamente impregnado en mí. También me llevo el aprendizaje de diferentes maneras de vivir la espiritualidad, y el ver que todas son sanas, que todas aportan a la Iglesia. Que nos dan la posibilidad de manifestar nuestro amor a Dios y nuestra vivencia de la fe en comunidad de muchas formas.
Y ahora, ¿qué?, ¿cuál es el siguiente paso?
Pues mi vida está abierta a la voluntad de Dios. No me agarro a ningún plan que a mí se me ocurra por encima de lo que me pueda dar Él. Me he dado cuenta de que no quiero vallar el camino con mi pequeñez, porque al final lo que yo soy capaz de imaginarme es minúsculo, en comparación con Él. Y ya me he dado cuenta de que la vida con Él es mucho más apasionante.