La voz del Magisterio - Alfa y Omega

La voz del Magisterio

Papa Benedicto XVI

Hemos acompañado en la fe a Jesús en el último trecho de su camino terrenal, el más doloroso, el del Calvario. Estamos sumidos en el silencio de esta noche, en el silencio de la cruz, en el silencio de la muerte. Un silencio que lleva consigo el peso del dolor del hombre rechazado, oprimido y aplastado; el peso del pecado que le desfigura el rostro, el peso del mal. Hemos revivido el drama de Jesús, cargado del dolor, del mal y del pecado del hombre. ¿Que queda ahora ante nuestros ojos? Un crucifijo, una cruz elevada sobre el Gólgota, que parece señalar la derrota definitiva de Aquel que había traído la luz a quien estaba en la oscuridad, que había hablado de la fuerza del perdón y de la misericordia, que había invitado a creer en el amor infinito de Dios por cada persona humana. Despreciado y rechazado por los hombres, está ante nosotros el hombre de dolores, despreciado, ante el cual se ocultaban los rostros. Pero miremos bien a este hombre crucificado entre la tierra y el cielo, con una mirada más profunda, y descubriremos que la Cruz no es el signo de la victoria de la muerte, del pecado y del mal, sino el signo luminoso del amor, de la inmensidad del amor de Dios, de aquello que jamás habríamos podido pedir, imaginar o esperar: Dios se ha inclinado sobre nosotros, se ha abajado hasta llegar al rincón más oscuro de nuestra vida para tendernos la mano y alzarnos hacia Él, para llevarnos hasta Él. La Cruz nos habla de la fe en el poder de este amor: Dios es capaz de vencer la muerte, el pecado, el mal, y darnos una vida nueva, resucitada. En la muerte en cruz del Hijo de Dios, está el germen de una nueva esperanza de vida, como el grano que muere dentro de la tierra. En esta noche resuena la invitación que Dios nos dirige a través de san Agustín: «Tened fe. Vosotros vendréis a Mí y gustareis los bienes de mi mesa, así como yo no he rechazado saborear los males de la vuestra… Os he prometido la vida… Como anticipo, os he dado mi muerte: Mirad, os invito a participar en mi Vida, donde nadie muere».

Palabras al final del vía crucis en el Coliseo, Viernes Santo (2011)