Antonio Gaudí: de Barcelona a Madrid
Las maquetas de la nueva exposición sobre Gaudí, en el CentroCentro de Madrid, permiten al visitante hacerse una idea cabal de lo que el lenguaje arquitectónico de Gaudí tuvo de innovador y, en cierto modo, de humanista, cristiano e incluso tradicional
Desde el 14 de octubre y hasta el 5 de febrero de 2023, CentroCentro, el espacio cultural que acoge el edificio del Ayuntamiento de Madrid, ofrece la exposición Gaudí, que reúne más de 150 obras y materiales del gran arquitecto catalán. Comisariada por Charo Sanjuán, directora de Aurea Cultura i Art, la muestra despliega un tesoro de dibujos y planos, muebles y maquetas, cerámica, fotos y hasta piezas de las deslumbrantes creaciones de nuestro artista.
Nacido en Reus en 1852 y fallecido en Barcelona en 1926, Gaudí vivió el auge de la modernidad. No debe sorprendernos, pues, que diseñase desde el proyecto de la Sociedad Cooperativa La Obrera Mataronense, cuyos planos podemos contemplar aquí, hasta las casas más coloridas y deslumbrantes de la Barcelona de su tiempo: la Calvet, la Batlló y la Milà. En estas fotografías y dibujos pueden ustedes apreciar los detalles de esta arquitectura que, como la naturaleza, parece cobrar vida. Las maquetas permiten al visitante hacerse una idea cabal de lo que el lenguaje arquitectónico de Gaudí tuvo de innovador y, en cierto modo, de humanista, cristiano e incluso tradicional. Después volveremos sobre esto. Ahora hemos de detenernos un instante ante los trabajos realizados para Eusebi Güell, a quien debemos el palacio Güell, el parque Güell y la iglesia de la Colonia Güell, cuya preciosa cripta fue lo único que pudo construirse. La cultura española tiene una deuda impagable, pues, con estos burgueses que invertían en la belleza y el estatus que el arte aúna. No en vano a Güell lo comparó el propio Gaudí con los mecenas del Renacimiento florentino.
Estructurada en siete salas, sus títulos ya nos sitúan ante la trayectoria artística del genio: «Gaudí, un ayudante eficaz»; «El primer Gaudí: Sociedad Cooperativa La Obrera Mataronense»; «Primeras obras»; «Antonio Gaudí y Eusebi Güell»; «Residencias urbanas: casa Calvet, casa Batlló y casa Milà, La Pedrera»; «Gaudí diseñador» y «Templo de la Sagrada Familia». Es, pues, una exposición a escala humana, de esas que nos gusta visitar en estas páginas porque reciben al visitante con generosidad. Paso a paso, nos adentramos en la carrera brillante de un creador que comenzó, en la mejor tradición medieval, como aprendiz de un oficio. Hay, como decía más arriba, algo de tradición y medioevo en este arquitecto radiante. La foto del pórtico de la cripta de la Colonia Güell, delicada y bella —y lo único que llegó a construirse de la iglesia— respira inadvertida el románico de techos bajos y recogidos, y el gótico que deja pasar la luz haciendo bueno el versículo del Evangelio según san Juan: «El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo».
La exposición contextualiza con precisión y sin sobrecarga el tiempo prometedor y convulso de la industrialización, el ascenso de la burguesía y las luchas obreras. En aquella rosa de fuego que era Barcelona, convivían el pistolerismo y la arquitectura más bella de su tiempo, el Ensanche y los matones, la Renaixença y las huelgas. Ya decía Ossorio y Gallardo, a propósito del estado de las cosas en 1909, que, «en Barcelona, la revolución no se prepara, por la sencilla razón de que está preparada siempre. Asoma a la calle todos los días: si no hay ambiente para su desarrollo, retrocede; si hay ambiente, cuaja. Hacía mucho tiempo que la revolución no disponía de aire respirable; encontró el de la protesta contra la campaña del Rif y respiró a sus anchas».
En esa sociedad, vibrante y convulsa, nace el templo expiatorio de la Sagrada Familia, espacio de reconciliación y encuentro. Encargo de la Asociación Espiritual de Devotos de San José, fundada por Josep Maria Bocabella, aspiraba a convertirse en un centro de difusión de los valores de la familia cristiana. Observen con detenimiento estos planos y estos dibujos. Imaginen lo que podría haber sido sin la triste muerte de nuestro arquitecto, atropellado y abandonado hasta que ya fue demasiado tarde. La Sagrada Familia sigue inacabada, pero es la iglesia más visitada de Europa después de la basílica de San Pedro. No deja de ser un símbolo de nuestro tiempo, en el que la concordia y la hermandad son más que necesarias: son imprescindibles. El propio Gaudí dijo, como nos indica la exposición, que «una obra así ha de ser hija de una larga época, cuanto más larga mejor. Debe conservar siempre el espíritu del monumento, pero su vida ha de depender de las generaciones que se la transmiten y con las cuales vive y se encarna». Más de un siglo después, el mundo precisa con urgencia de esa paz que solo Cristo puede dar.
No dejen de visitar esta exposición que, desde la altura de la Sagrada Familia, nos indica el camino.