Hipocresía - Alfa y Omega

Hipocresía

Viernes de la 28ª semana del tiempo ordinario / Lucas 12, 1-7

Carlos Pérez Laporta

Evangelio: Lucas 12, 1-7

En aquel tiempo, miles y miles de personas se agolpaban. Jesús empezó a hablar, dirigiéndose primero a sus discípulos:

«Cuidado con la levadura de los fariseos, que es la hipocresía, pues nada hay cubierto que no llegue a descubrirse, ni nada escondido que no llegue a saberse.

Por eso, lo que digáis en la oscuridad será oído a plena luz, y lo que digáis al oído en recámaras se pregonará desde la azotea.

A vosotros os digo, amigos míos: no tengáis miedo a los que matan el cuerpo, y después de esto no pueden hacer más.

Os voy a enseñar a quién tenéis que temer: temed al que, después de la muerte, tiene poder para arrojar a la “gehenna”. A ese tenéis que temer, os lo digo yo.

¿No se venden cinco pájaros por dos céntimos? Pues ni de uno solo se olvida Dios.

Más aún, hasta los cabellos de vuestra cabeza están contados.

No tengáis miedo: valéis más que muchos pájaros».

Comentario

Solemos criticar la hipocresía con dureza, como lo hace Jesús. Pero, ¿de dónde vienen nuestras propias hipocresías? Hipócrita en griego es un actor. En un sentido moral se usará para hablar del desdoblamiento entre lo que mostramos al exterior y lo que realmente tenemos en nuestro interior. ¿En qué momento encontramos la necesidad de guiarnos por las apariencias externas para tapar nuestra miseria interior?

Me parece que tiene algo que ver la necesidad social de ser aceptados: por miedo al rechazo tendemos a generar un doble que mostrar al público. Los fariseos tenían esa inclinación por cuanto trataban de apoyar toda la vida pública sobre el cumplimiento externo de las obligaciones religiosas. En ese sentido lo interior no solo no es mostrado, sino que es ocultado y tapado. Nadie saca su intimidad, su debilidad, porque presupone que serán juzgadas. Todos tenemos, por ese motivo, tendencias hipócritas que hay que cortar de raíz, como nos pide Jesús. ¿Cómo hacerlo?

Me parece que ese es el motivo por el que en este Evangelio Jesús quiere liberarnos del miedo a los otros: «Amigos míos: no tengáis miedo». Pero, ¿cómo no tener miedo? Las últimas frases responden de manera clamorosa a esa pregunta: «¿No se venden cinco pájaros por dos céntimos? Pues ni de uno solo de ellos se olvida Dios. Más aún, hasta los cabellos de vuestra cabeza están contados. No tengáis miedo: valéis más que muchos pájaros». Nuestro miedo desaparece cuando tomamos consciencia del valor infinito que tenemos para Dios. Nuestra miseria, nuestra debilidad, nuestros miedos, son salvados por la certeza de la misericordia de Dios. Esa certeza atraviesa todo miedo.