Ocho carmelitas descalzas, encabezadas por la superiora del convento de San José, Teresa, andan afanadas en convertir los poemas en cantos. «Vivo sin vivir en mí y tan alta vida espero», entonan desde las escaleras mientras hacen sus tareas diarias. Entre ellas ya no hay clases, ni dotes, ni preferidas. Son hermanas. Se quieren. Se cuidan. Se perdonan cuando se roban –una es cleptómana– o se ríen cuando la más glotona de todas sirve los platos con un poco menos de cantidad. Acogen a una nueva hermana, Margarita, que pide ayuda para ocultarse de su marido, que la maltrata. Y se las ingenian para guardar a Juanito, Juan de Yepes, san Juan de la Cruz, cuando cruza los muros del cenobio abulense tras huir de prisión. Las hermanas, valientes seguidoras de la utópica Teresa, han desafiado las reglas de los calzados y viven bajo la sombra de la Inquisición. Uno de los visitadores, alentado por la princesa de Éboli –en antigua lucha con Teresa– sospecha que hay un nuevo inquilino en el convento y acude a vigilar. Y todo lo que ocurre después… mejor que vayan ustedes a verlo.
No podrán creer que estas actrices, estas monjas maravillosas, estudian sus papeles mientras hacen su turno de lavandería o esperan para ducharse en el Centro Penitenciario Madrid I Mujeres, de Alcalá de Henares. Recitan los versos de santa Teresa de Jesús mientras cumplen condena, que es un poco menos pesada gracias a la compañía de teatro que, desde 1985, lidera Elena Cánovas en la prisión. Por eso estas monjas abulenses tienen acento de Europa del Este, de América del Sur o de España. Este crisol de mujeres ha encontrado en la Compañía de Teatro Yeses un lugar donde mirarse, donde crecerse, donde ser verdaderas estrellas que levantaron al Corral de Comedias de Alcalá de Henares el pasado domingo. No cualquiera actúa en este icono de la historia del teatro. Y ellas levantaron al público, que lloraba mientras las veía a ellas llorar al saludar a sus espectadores.
No imagino mejor obra –y llevan una cuarentena a sus espaldas– para ensayar día tras otro. Un homenaje a la figura de la santa de Ávila, que, como ellas mismas repiten, fue una mujer que quiso escuchar a Dios y enfrentarse a todo lo que la rodeaba, y dio la oportunidad a otras mujeres de poner su libertad por bandera. Libertad recitada para ser libre tras las rejas.