El Papa en el vía crucis pide a Dios que «donde haya odio florezca la concordia»
Se ha modificado la décimo tercera estación que compartían una joven ucraniana y una rusa. Ante el rechazo de los ucranianos, en lugar de leer el texto preparado, se ha hecho un silencio orante
Después de dos años celebrándose en la plaza de San Pedro, el vía crucis de Viernes Santo ha regresado al Coliseo. Este año las meditaciones han sido preparadas por varias familias que han narrado con claridad cuáles son sus cruces. El Vaticano ha pedido a las familias que escriban estas estaciones con motivo del Año de la Familia Amoris laetitia que concluirá a finales de junio con un gran evento en Roma, el X Encuentro Mundial de las Familias.
Si las Pascuas de 2020 y 2021 estuvieron marcadas por la pandemia, la de este 2022 lo ha estado por la guerra desenfrenada que asola Ucrania. Por ello, en la décimo tercera estación, Jesús muere en la cruz, han portado la cruz dos jóvenes, una ucraniana y una rusa. Ha sido uno de los momentos más intensos de esta ceremonia de Viernes Santo en Roma. Sin embargo, el texto preparado no se ha leído y, en su lugar, las palabras se han sustituido por un silencio orante. Probablemente el resquemor que ha suscitado entre los ucranianos esta idea ha motivado que el Vaticano haya optado por este cambio de última hora.
El alma, gracias a Dios, no conoce barreras
Pese a que todos los focos estaban puestos en la polémica suscitada por esta estación, el resto de las aportaciones de las demás familias han sido profundas y han expresado con sinceridad las dificultades de un día a día que a veces se hace una montaña casi imposible de escalar. Entre las familias que han llevado la cruz durante las catorce estaciones de penitencia, ha habido una pareja de ancianos que no pudo tener hijos y ha relatado la amargura que los juicios ajenos les han provocado por esta circunstancia. Otra de las familias ha acudido con su hijo, con una discapacidad severa. El texto que habían preparado concluía con unas hermosas palabras: «No somos inmunes a la cruz de la duda o a la tentación de preguntarnos qué habría ocurrido si las cosas hubieran sido de otra forma. Pero, en realidad, la discapacidad es una condición, no una característica, y el alma, gracias a Dios, no conoce barreras». Este vía crucis tampoco ha estado exento de crítica social. Así se ha percibido en la estación escrita por una pareja de abuelos que, ante la precariedad laboral de los hijos, han tenido que ocuparse de sus nietos. También han sido muy conmovedoras las palabras de una familia con un hijo adoptado que ha protagonizado otra de las estaciones: «Duele ver a un hijo que sufre por su pasado, hace daño intentar amarlo sin lograr arañar mínimamente su dolor. Nos adoptamos mutuamente. Y no hay un día en el que no nos levantemos pensando que ha valido la pena; que todo este esfuerzo no ha sido en vano; que esta cruz, aun cuando sea dolorosa, esconde un secreto de felicidad». Otra de las familias vivía el drama de haber perdido a la hija más pequeña a causa de un cáncer. La madre de familia ha escrito que, a los pies de la cama de su pequeña durante las sesiones de quimioterapia, recordaba a la Virgen María a los pies de la cruz de Jesús y así se sentía de alguna manera «madre de mi Señor».
El Santo Padre ha concluido el rezo del vía crucis con una breve oración en la que ha pedido al «Padre misericordioso» que hace «salir el sol sobre buenos y malos» que desarme «la mano alzada del hermano contra el hermano, para que donde haya odio florezca la concordia».