«¿Por qué queremos héroes imaginarios?»
Arranca la segunda temporada de Puy du Fou, el parque basado en la historia de España. «Para saber adónde uno va, tiene que saber primero de dónde viene», aseguran sus promotores
Con tan solo 27 años, Philippe de Villiers veía cómo las tradiciones de su amada Francia se iban perdiendo por la modernidad, por los cambios en la manera de vivir, y decidió tomar cartas en el asunto. «Buscó la manera de transmitir todo este sabor del campo, de la raíces de su tierra», desde el convencimiento de que «para saber adónde uno va, tiene que saber primero de dónde viene», explica Erwan de la Villéon, consejero delegado de Puy du Fou España.
A De Villiers se le ocurrió reivindicar este legado a través del arte. La idea era celebrar «la épica nacional, pero sin dar lecciones de moral a nadie. Más bien, poniendo todo esto en escena a través de lo que nosotros sabemos hacer: espectáculos». Así, en 1977 creó una exhibición nocturna que se terminó convirtiendo en un parque temático después que a su creador, que fue secretario de Estado de Cultura en el Gobierno de Chirac, le tocara en aquella época encargarse de toda la tramitación de Disneyland París. Ante esta tarea pensó: «¿Por qué queremos héroes imaginarios para que nuestros hijos sueñen, si tenemos aquí una larga historia llena de héroes reales?». Poco después abrió sus puertas en Francia el Grand Parc de Puy du Fou, donde «se pone en escena el legado del país, el romancero nacional, las grandes gestas, pero también los oficios humildes, la literatura, las fábulas y los héroes de todos los tipos», detalla De la Villéon. La propuesta fue todo un éxito y Puy du Fou se consagró como el mejor parque del mundo, reconocido como tal por la Asociación Internacional de Atracciones y Parques de Diversiones.
Fue el propio Erwan de la Villéon el que le sugirió a su compatriota «replicar el concepto en otros lugares del mundo», reconoce. Sobre la mesa aparecieron la Toscana, Salzburgo y nuestro Toledo. «Fueron la razón y el corazón los que me llevaron a elegir la maravillosa ciudad imperial», reconoce el consejero delegado del parque en España, que, además, es historiador. «Es una ciudad con una gran simbología –fue capital de un imperio–, con buena climatología, riqueza cultural e histórica, y donde la gente tiene ganas de conocer más», asegura, al tiempo que reconoce que «todos los pueblos del mundo admiramos muchísimo la historia de España».
El pasado 19 de marzo, día dedicado a san José y a todos los padres, Puy du Fou España abrió las puertas de su segunda temporada después de un primer año en el que 650.000 personas visitaron el parque. Aquel día, Gregorio Bartolomé Hidalgo de la Hidalguía, alguacil de la muy leal y fiel y bendita y mariana Puebla Real, se encargó de pregonar con corneta y atabales, y hacer cumplir, los fueros de la tierra.
Era la primera jornada de una temporada repleta de novedades, como el espectáculo Encuentro de la historia de Belén, que llegará al parque en Navidad. Hasta entonces, los visitantes podrán deleitarse con una propuesta que incluye el ocio más vanguardista y la cultura más arraigada. Son cinco espectáculos: Allende la Mar Océana, que repasa la travesía de Cristóbal Colón hasta América; A pluma y espada, que revive a Lope de Vega; El último cantar, que difunde los valores del Cid; Cetrería de reyes, en el que más de 200 aves escenifican sobre el cielo la tregua firmada entre el califa Abderramán y el conde Fernán González de Castilla, o El vagar de los siglos, que rememora diferentes acontecimientos históricos para que no caigan en el olvido. Y la joya de la corona, El sueño de Toledo, un gigantesco lienzo al aire libre que transporta a los espectadores a través de 1.500 años de historia.
«En todos los países occidentales ya hemos pasado una etapa de consumo de masas de poca calidad. Todo esto huele a plástico y vemos el fin de este ciclo, vemos que esto agota los recursos y agobia a la tierra». Pero «nuestra cultura y nuestros hijos se merecen algo más», concluye Erwan de la Villéon. «No queremos dar lecciones de nada a nuestros visitantes, ni dirigirnos a sus cerebros, sino más bien a su corazón».