Infancia Misionera: «Para ellas es importante oír que la discapacidad no es su culpa»
En Kirguistán, con ayuda de Infancia Misionera, los jesuitas ofrecen un respiro veraniego tanto a madres musulmanas con hijos con discapacidad como a los niños de la exigua minoría católica
Una madre y su hijo llegan a la casa de los jesuitas a orillas del lago Issyk-Kul, al noreste de Kirguistán. Son musulmanes y han tardado dos días en llegar, con la dificultad añadida de la discapacidad del pequeño. Pero vale la pena. Las tandas de nueve días de convivencia que se organizan allí son el momento más esperado del año para 500 niños con discapacidad y sus familias.
En Kirguistán, las ayudas públicas para los niños con discapacidad son prácticamente nulas. Sus familias son especialmente vulnerables, además, porque «entre los musulmanes es popular la opinión de que la discapacidad es un castigo, y con frecuencia el padre los abandona», explica el jesuita Damian Wojciechowski, responsable del centro. Las madres se quedan solas con varios hijos, y a veces su única alternativa para poder trabajar es dejar al niño con discapacidad solo en casa. «Hay muy pocas escuelas especiales y los maestros de las normales no están preparados para atenderlos».
En 2010, los jesuitas empezaron a organizar estos campamentos con algunas asociaciones de familias con hijos con discapacidad. «Son sus únicas vacaciones, un trocito de paraíso», apunta el jesuita. Los niños tienen actividades y los que pueden hacen excursiones. También hay terapeutas que enseñan a sus madres ejercicios para hacer en casa. Ellas descansan, se divierten y «se olvidan un poco de sus problemas». Nunca antes habían tratado con cristianos, pero en seguida entienden que «el cristianismo gira en torno al amor», continúa Wojciechowski. La acogida a los marginados las conmueve, y para ellas «es muy importante oír que la discapacidad de su hijo no es culpa suya; al contrario, que son buenas madres realizando una tarea importante y difícil».
Otras veces, quienes llenan la casa de Issyk-Kul son niños católicos. En todo Kirguistán, solo hay unos 1.500 feligreses, dispersos en tres parroquias y algunas capillas rurales. En estas pequeñas comunidades, los niños «se sienten un poco aislados» y es difícil organizar nada. En los campamentos conocen a otros como ellos y crecen en la fe y humanamente, pues muchos vienen de situaciones familiares difíciles.
Los dos pulmones de la misión
Los dos tipos de actividades de esta casa reflejan que, como afirma el Papa en su mensaje para el Domund de este año, en la misión «el ejemplo de vida cristiana y el anuncio de Cristo van juntos, uno sirve al otro» y ambos «son los dos pulmones» de toda comunidad misionera. El mensaje se hizo público el 6 de enero, Jornada de la Infancia Misionera, trasladada en España a este domingo.
Precisamente Infancia Misionera es una de las entidades que ha hecho posible la labor de la casa de Issyk-Kul. De hecho, este año Polonia dedicará lo recaudado a proyectos de la Iglesia de Asia central para niños y para niños con discapacidad. Además de la gran necesidad que hay en una región bastante desconocida, explica Monica Juszka, una de las responsables de Infancia Misionera en el país, muchos católicos de la región asiática «son descendientes de nuestros antepasados polacos deportados» durante el estalinismo.
El punto fuerte de la Infancia Misionera en Polonia es la actuación de los Cantores de la Estrella, grupos de niños que hacen actuaciones de Navidad en iglesias y plazas. «El primer objetivo no es conseguir dinero, sino la evangelización», subraya Juszka. Los niños anuncian el nacimiento de Jesús y comparten lo que han aprendido sobre la región a la que van a ayudar. «Solo al final está recoger donativos para sus compañeros».
También los niños católicos de Kirguistán son misioneros. «A medida que van creciendo en la fe, les sale compartirla», resalta Wojciechowski. En los campamentos aprenden a hablar de Dios a los demás, «y a veces invitan a sus amigos a venir». Por eso, el proyecto de los jesuitas el año que viene es «que la mitad de niños que vengan sean personas nuevas, amigos de los chicos».