Así revitalizó la COVID-19 la industria de Kenia
La ONG Harambee ha presentado un estudio sobre cómo la COVID-19 ofrece nuevas oportunidades al continente más empobrecido. La creciente digitalización y la «aspiración a la autosuficiencia» son algunos ejemplos
Cuando la COVID-19 generó un desabastecimiento global de productos y material sanitario, también Kenia se vio afectada. Con un sector industrial abandonado y en decadencia, dependía totalmente del exterior. Pero entonces «unos estudiantes de la Universidad Keniata inventaron un respirador que rápidamente pasó los controles de calidad», relata Gabriel Dinda, de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad Strathmore.
Poco después, en el condado de Kitui, se puso en marcha una fábrica de mascarillas, a la que siguieron otras. «En unos días, todas las mascarillas usadas en Kenia se habían fabricado localmente». A continuación, vinieron las camas de hospital. Todo esto «supuso un gran impulso a la economía» del país, «cuyo potencial para fabricar productos esenciales no se descubrió hasta que fue necesario», continúa Dinda.
Esta experiencia es solo uno de los ejemplos de cómo, junto al (reducido) impacto sanitario y al efecto negativo bastante mayor en la economía y el bienestar social, la pandemia de coronavirus ofrece a este país nuevas oportunidades. Por ejemplo, diversos eventos académicos apuntan a que «es probable que haya una elevada asunción de tecnologías digitales en los servicios y el comercio». Además, la posibilidad del teletrabajo en algunos sectores podría poner fin a la migración masiva a las ciudades que lleva a la superpoblación y a «pobres condiciones de vida que minan gravemente la dignidad humana».
Retos y oportunidades
No es un fenómeno restringido a este país. Así lo muestra el informe ¿Un punto de inflexión para África?, presentado el 12 de noviembre en Italia por la ONG Harambee. Con contribuciones de nueve autores de Kenia, Nigeria, Costa de Marfil, República Democrática del Congo y Sudáfrica, el trabajo analiza los retos «pero también las oportunidades que puede ofrecer la crisis mundial» al continente más empobrecido, explica su prólogo.
Entre los primeros, destacan «el declive del comercio y del empleo y el aumento de la pobreza de los más vulnerables, el escaso suministro de vacunas» (solo el 4 % de los africanos las ha recibido), «el agravamiento de los conflictos sociales…». Sin embargo, los artículos también apuntan a «indicadores positivos» como el incremento del uso de las nuevas tecnologías que mencionaba Dinda.
También se está viendo la necesidad de un uso más racional de los recursos. Y muchos que han perdido su empleo (quizá de baja cualificación o informal) se han planteado la vuelta a los oficios agrícolas. Esto podría contribuir a evitar que en Kenia, con un 70 % de superficie cultivable, esta esté desaprovechada al 78 % mientras se importan alimentos de los países vecinos. «Pero, sobre todo», subraya el prólogo, «hay acuerdo en que el aislamiento debido a la pandemia mundial está acelerando la aspiración del continente a un mayor nivel de autosuficiencia».
Apuesta por las infraestructuras
Especialmente en el ámbito sanitario. Teniendo en cuenta las promesas fallidas de iniciativas como COVAX, «está claro que en lo que respecta a tratar nuevas enfermedades mortales localizadas» solo en África, el continente «está solo». Esto es «una muy buena razón para fortalecer sus propios sistemas de desarrollo de vacunas», además de mejorar la calidad de sus centros asistenciales (quizá ocurra ahora que los líderes políticos no han podido ir a terceros países a tratarse) y garantizar la atención sanitaria universal, afirma Sharon Osembo, licenciada en Estudios del Desarrollo también en la Universidad de Stratmore.
«Los países de bajos ingresos tendrían que aumentar su gasto sanitario entre un 30 % y un 60 %» para alcanzar el objetivo de vacunar al 40 % de su población este año con al menos una dosis, añade Stacey Hope-Bailia, experta en Ciencias del Estudio del Desarrollo de la Universidad de Witwatersrand, en Johanesburgo (Sudáfrica).
A continuación, se pregunta si «podría la COVID-19 dar el impulso» suficiente «para mejorar la penetración de las redes de transporte en África». Junto a la falta de donaciones, de personal sanitario cualificado y de demanda social, las carencias en este ámbito han sido uno de los ingredientes del escaso avance de la vacunación.
¿Raíces o ramas?
A continuación analiza las diferencias entre las cadenas de suministro en el mundo desarrollado y en el sur global. En este, «las principales rutas de transporte se ramifican por los países» pero no llegan a todas partes. Solo a los puntos donde se producen los bienes para la exportación. Son como las raíces de un árbol. En cambio, Europa y Norteamérica «están impregnadas de redes logísticas sin interrupción» que permiten llevar «a los pueblos más remotos» productos «en un plazo muy corto», incluso con requisitos como la refrigeración. Siguiendo con la metáfora del árbol, son como las ramas que llevan la savia a cada hoja.
Desarrollar las infraestructuras africanas para que también permitieran esto sería muy importante a corto plazo. Sobre todo teniendo en cuenta el escándalo que ha supuesto «el descarte de millones de vacunas que habían caducado» y el hecho de que «demasiadas donaciones de los países ricos llegan en pequeñas cantidades y avisando con poca antelación» cuando están a punto de caducar. «Esto hace extremadamente complejo llevarlas donde hacen falta». Pero también seguiría siendo necesario si al final se cumple que «África pronto desarrolle y produzca sus propias vacunas en el nuevo centro de ARNm de Sudáfrica». Más allá de lo sanitario, añade la experta, la mejora de las infraestructuras del transporte podría servir a un mayor desarrollo de otros sectores económicos.