En esta nuestra parroquia de Múrmansk tenemos un muy buen patrono. Llevamos el nombre de san Miguel Arcángel, lo cual nos garantiza una defensa fuerte contra las fuerzas del mal, que haberlas, haylas.
Cada año, llegada la fecha de la fiesta de los santos arcángeles Rafael, Gabriel y Miguel, solemos juntarnos con los parroquianos (que pueden y quieren) después de la Misa. Cada uno trae una cosita, una ensalada, una empanada, un zumo, un vinito… Y, alrededor de la mesa, compartimos un rato sin tantas formalidades. Es el momento de brindar por los fieles, que son la base y la fuerza de la parroquia; de recordar a los que se han ido a otras ciudades, escapando del frío polar, o que descansan ya en los brazos del Padre. Y de dar gracias, porque estamos juntos.
Repetimos este encuentro el día de san Miguel (29 de septiembre), el día del padre Claret (24 de octubre), en Navidad (25 de diciembre, fun, fun, fun) y en la mañana de Pascua.
No todo el mundo se queda después de la Misa. Pero las abuelas, por ejemplo, traen algunos dulces, un poco de salchichón o queso, y lo dejan en la sala, sin que la mano izquierda sepa lo que hace la mano derecha. Y es un buen momento para que los nuevos se integren, se presenten, saluden, y los viejos repitamos las historias de lo duro que fue recibir el terreno para el templo, primero, y la dificultad de la erección, después. Nombramos a los provinciales, a los ecónomos, a las personas de la Administración municipal de Múrmansk que, o nos ayudaron mucho, o intentaron boicotear la construcción de nuestra iglesia. Y a las muchas personas anónimas que, con sus cinco, diez o 25 euros, contribuyeron a la edificación del templo.
Son buenos momentos. Para mí, como pastor de esta grey, es otra forma de servir, no solo desde la liturgia o los sacramentos, sino desde la cercanía y el contacto directo. Me ayuda escuchar los brindis de los veteranos, y espero que podamos seguir con esta práctica muchos años más. Nos rezamos.