Si usted cree que sobre series de médicos ya lo ha visto todo, dele una oportunidad a New Amsterdam. Aunque esté cansado de pandemias, de cinismos tipo House, de anatomías de Grey o de tratar de empatizar con The good doctor, ponga en su vida un médico guapo, como el doctor Max Goodwin (interpretado por Ryan Eggold), que llega al primer hospital público de Estados Unidos para dirigirlo y poner patas arriba el sistema al ritmo de un constante: «¿En qué puedo ayudar?». Es un médico que entiende al otro como un bien, que pone sus talentos al servicio del bien común y que te transmite una pasión tal por su profesión que dan ganas de ponerte la bata y de transitar esos pasillos llenos de pequeñas, duras y deliciosas historias para preguntar en qué puedes ayudar tú también, aunque no tengas ni idea de medicina.
Está pensada para gustar al mayor número de gente posible. Tiene muy clara la fórmula del best seller literario y la explota en versión serie de ficción. Es, en efecto, un producto fácil, que no facilón. Para que se hagan una idea, la serie empieza con la canción I feel good. Toda una declaración de intenciones y de buenrrollismo a la que estamos dispuestos a perdonarle los excesos de miel, azúcar, dramones metidos con calzador y finales felices.
Pasó con más pena que gloria por Antena 3 y Amazon Prime, y ha sido ahora, con la llegada a Netflix, cuando se ha disparado la audiencia. Son dos temporadas, con un total de 40 capítulos, y, dado el éxito, ya han anunciado la tercera entrega.
Miren que suena raro, pero les va a costar salir de este hospital. En la batalla diaria con la muerte, New Amsterdam hace una apuesta sencilla por la vida. Esperanza en serie, brillo en los ojos y sonrisas sinceras en rostros humanos, profundamente humanos. ¿Qué más se puede pedir para un tiempo de incertidumbre que está deseando quitarse la mascarilla?