El tesoro barroco de Santa María de Mataró
Salvada de la destrucción de la Guerra Civil gracias a una tapia, la capilla de los Dolores de la basílica de Santa María de Mataró es uno de los conjuntos pictóricos barrocos más importantes de Barcelona
El viandante se topará con una fachada neoclásica medio encajada en una plaza en la localidad barcelonesa de Mataró. Así, casi escondida, podría pasar desapercibida la joya de la corona de esta basílica de Santa María, la capilla de los Dolores, considerado por los expertos como el conjunto pictórico barroco íntegro más importante de Cataluña. Por eso toca hoy animar a los turistas a que, además de darse un baño en la costa mataronense, se acerquen a una de las visitas guiadas de este templo (santamariamataro.org), catalogado como Bien de Interés Cultural.
Iniciada en 1685, la construcción de la basílica se realizó alargando el espacio de una antigua iglesia del siglo XV, que se había quedado pequeña. El edificio resultante fue atacado en 1936 «y utilizado como mercado municipal», explica Francesc Xavier Monjo, que trabaja en el Secretariado de Patrimonio del Arzobispado de Barcelona. Además, los milicianos quemaron el gran retablo barroco que presidía el templo y desnudaron de mármol las capillas laterales. A partir de los años 40 un arquitecto de Mataró hizo un proyecto para reconstruir su iglesia.
Pero en Santa María hubo un milagro, que llegó de la mano de una providencial idea: tapiar la capilla barroca de los Dolores, obra de Antoni Viladomat y su taller, antes de que los desastres de la guerra acabaran con ella –también hay alguna obra del pintor barcelonés Joan Gallart, que falleció en el asedio de la ciudad de Barcelona–. Fue así como se conservó intacto el esplendor del conjunto, que ha sido restaurado recientemente. Era el año 1698 cuando el párroco Pau Llorens colocaba la primera piedra de «uno de los monumentos más representativos de una época y un estilo», como explican desde la basílica. La capilla es el primer contacto con los Dolores, que cuenta también con una sacristía y una sala de juntas. En dicha capilla se encuentra el retablo, presidido por una Virgen con el corazón atravesado por siete espadas, y un vía crucis pintado por Viladomat en los laterales.
Una escalera invita a levantar la mirada hacia la sala de juntas. «Si bien la capilla fue concebida como un espacio de oración, de dolor y silencio, esta sala era lugar de preparación, de reunión y de debate; por eso las pinturas que la decoran representan la glorificación de María», señala el tríptico explicativo del templo. Además, destacan en esta sala las figuras de los apóstoles y los evangelistas. Como detalle curioso, la leyenda cuenta que la tela dedicada a san Juan es un autorretrato del propio Viladomat, el único que se conserva de él. «Este espacio ofrece una sensación inmersiva», explica Monjo. «Es pequeño, como una cajita; era donde se reunían los miembros de la Cofradía de los Dolores, que aún hoy continúa existiendo», añade.
En el siglo XVII la cofradía de la Virgen tuvo un auge espectacular. «Esto explica que la capilla de los Dolores se construyese aparte de la basílica y que tuviera esa magnificencia». De la población de Mataró entonces, alrededor de 15.000 habitantes, al menos 3.000 eran cofrades. Hombres nobles, pero también trabajadores sencillos como carpinteros, mercaderes o albañiles, contribuyeron a erigir este monumento para dar solidez a su fe y para tener la oportunidad de ser enterrados en la cripta (que no se ve en la visita), lo que representaba una oportunidad única para la gente más sencilla.
El equipo de la basílica ha puesto en marcha una campaña, ¿Quién teme al barroco?, para que los turistas que van buscando a Barcelona el románico y el gótico den el salto artístico sin miedo.