El 15 de abril se publicó en la revista Cell el primer trabajo en el que se describe la producción de híbridos humano-mono, trabajo realizado por el equipo del científico español Juan Carlos Izpisua en un laboratorio en China. Tres de estos embriones llegaron a crecer durante 19 días fuera del útero, momento en el que los investigadores interrumpieron el estudio. Según explican Justo Aznar y Julio Tudela, del Observatorio de Bioética de la Universidad Católica de Valencia, «se inyectaron en embriones de mono un tipo particular de células pluripotenciales humanas, células pluripotenciales expandidas (hEPSCs, por sus siglas en inglés), que fueron desarrolladas en 2017 y tienen un potencial quimérico mejorado, es decir, mayor capacidad de desarrollarse en el embrión animal huésped». En este trabajo «se ha comprobado que las hEPSCs sobreviven, proliferan y generan varias líneas celulares en el embrión de mono in vitro».
«Que estas experiencias suscitan problemas éticos es indudable, pues los mismos autores, en la discusión de su artículo, comienzan afirmando que han consultado con instituciones y expertos en bioética a nivel internacional, quienes al parecer han dado el visto bueno a su trabajo», explican Aznar y Tudela en un artículo del observatorio.
En relación con ello, añaden, «habría que saber, en primer lugar, qué expertos bioéticos han sido consultados, pues a nuestro juicio, estas experiencias tienen un evidente carácter utilitarista, por lo que, si los expertos navegan por esa vía, es natural que no encuentren dificultades éticas».
Pero al margen de ello, «a nuestro juicio, son claras las dificultades éticas que este trabajo presenta». En primer lugar, y esencialmente, «por las dificultades éticas que van unidas a la producción de quimeras humano-animales, que se pueden resumir diciendo que es difícil de determinar qué grado de humanización alcanza el embrión quimérico producido, pues en función de ello, puede no ser ético generar y manipular estos embriones, ni mucho menos destruirlos».
«En los tejidos y órganos quiméricos producidos puede existir una colonización de células humanas de distinto grado, con la posibilidad de que dicha colonización se extienda más allá del órgano que se quiere producir y pueda incluso llegar al cerebro, lo que sin duda puede plantear problemas éticos difíciles de solventar», aseguran los expertos en bioética.
«En algunos de los trabajos anteriores, los autores intentan solucionar este problema produciendo animales transgénicos en los que se habría suprimido el gen generador de órganos que se quiere producir, por lo cual, en su opinión, este órgano solamente se colonizaría con células humanas, sin que hubiera opción de que se colonizara otros órganos, entre ellos el cerebro, pero esto dista mucho de estar fehacientemente comprobado. De todas formas, en el artículo que se está comentando, los monos utilizados no habían sido genéticamente modificados, por lo que la colonización de células humanas de distintos órganos permanece factible».
Por otro lado, además de producir órganos humano-animales, «otra finalidad de estas experiencias, según sus autores, es poder estudiar las primeras etapas del desarrollo embrionario, e incluso ser utilizadas para profundizar en el mayor conocimiento de algunas enfermedades y en su tratamiento». Para conseguirlo, «posiblemente sería suficiente utilizar embriones de monos, cuyo uso no presenta ninguna dificultad ética, pero si con estas experiencias se quieren acercar a lo humano, creando las quimeras que se están comentando, dichas dificultades éticas no parece que puedan obviarse».
«En trabajos anteriores se planteaba una dificultad bioética adicional, pues en ellos se utilizaba embriones humanos, cosa que al parecer aquí se ha solventado pues las hEPSCs utilizadas proceden de humanos adultos».
Es decir, «nos parece que, estas experiencias, al no poder determinar el grado de colonización humana de los tejidos y órganos producidos, no son éticamente aceptables, por lo que parece razonable aplicar un principio de prudencia antes de proseguir con estas investigaciones».
De todas formas, «los autores en gran parte, justifican la eticidad de su trabajo afirmando que él puede dar lugar a la creación de órganos cuasi humanos, que pueden ser utilizados en trasplantes». Dado que en el momento actual existe una evidente carencia de órganos humanos para trasplantes, «la posibilidad que aquí se alumbra de crear cuasi-órganos humanos en animales podría estar bioéticamente justificada. Sin embargo, esta fundamentación bioética se sustenta en criterios claramente utilitaristas, con los que no estamos de acuerdo, pues nuestra línea de pensamiento es la bioética personalista, la que debe presidir las experiencias que se realizan con quimeras humano-animales».