Apareció con una sonrisa. «Esto es muy duro» dijo con el rostro alegre, brillante. Era su primer día de trabajo. Antes de volver a casa vino a contárnoslo. ¿A quién si no? Ocho horas de pie a baja temperatura. Usar la carretilla, cargar cajas, etiquetar. «Mi primer trabajo en España. Estoy cansado y muy contento». Unos días después ya no tenía tantos dolores por todo el cuerpo. Algún compañero se ofreció enseguida para llevarle en su coche y acercarle a casa cuando terminaba la jornada. Pero él seguía utilizando el autobús de la empresa. Aunque tardase más tiempo. ¿Por qué? Unos días después de comenzar a trabajar llegó otro chico nuevo. Es de origen español, pero no de la ciudad. Llevaba poco tiempo y no se ubicaba muy bien. Él, de Gambia, llegó hace más de un año. Sabe bien qué es sentirte desorientado, perderse, preguntar constantemente. Así que durante unos días decidió bajarse en la parada de su nuevo amigo. Lo acompañaba hasta casa y después cogía otro autobús para ir a la suya.
Unas semanas más tarde otro chico nos enseñó, triunfante, una carpeta. En ella, un contrato de cuatro años. Lo miraba y nos daba las gracias. Le repetíamos que era el resultado de su esfuerzo, constancia, buen trabajo. Recordaba divertido cuánto le costaba ir al curso de formación que le ha abierto las puertas. «Pero vosotros me insistíais en que debía ir. Al principio pensaba que os podía engañar. Pero solo me engañaba a mí mismo». Los diez años de experiencia como soldador en Guinea también le han ayudado. Sustituirá a una persona que se jubila. Dice que ha aprendido muchas cosas. Algo que solo se consigue, según él, «si crees que no sabes nada». Además le ha llevado a su casa y le ha presentado a su familia. «He tenido mucha suerte». Algunas veces ha tenido que escuchar comentarios despectivos como: «Negro, dame eso», o «no sé cómo te han dado un contrato». No le importa. Cree, simplemente, que esas personas no saben lo que dicen.
No son los únicos que están trabajando. Jóvenes de distintas nacionalidades, inician con ilusión su primer trabajo. Otros esperan su turno. Cada mes que pasa es un regalo. Porque cualquier día una llamada y una notificación puede negarles la posibilidad de seguir trabajando. Una resolución desfavorable de su solicitud de asilo les cerrará todas las puertas.