La monja que se enfrentó a la Policía de Myanmar: «Duele ver tanto sufrimiento»
«No sentí miedo», asegura la hermana Ann Nu Tawng sobre el momento en el que se enfrentó a la Policía para proteger a manifestantes en Myanmar. El lunes lo volvió a hacer, pero no logró impedir que dos murieran tiroteados
La imagen de la hermana Ann Nu Tawng arrodillada el 28 de febrero ante los policías para salvar de la represión a un grupo de manifestantes en Myitkyina (estado de Kachin, en Myanmar) dio la vuelta al mundo. Este lunes la imagen se repitió, aunque con un desenlace más trágico: dos hombres murieron muy cerca de ella durante los altercados del primer día de huelga general indefinida contra el golpe de Estado del 1 de febrero en el país.
La religiosa, hermana de San Francisco Javier y enfermera, estaba trabajando en la clínica de la diócesis, que dirige, cuando unos jóvenes entraron buscando refugio porque la Policía estaba persiguiendo y arrestando a la gente. «Salí del centro y caminé hasta la calle principal». Como había hecho unos días antes, se acercó a los policías y soldados e intentó pedirles que no hicieran daño a los manifestantes desarmados. Esta vez, no estaba sola. Había «otros líderes religiosos y monjas» haciendo lo mismo.
Siguió su camino hacia el recinto de la catedral, donde muchos se estaban intentando proteger de la violencia policial. «Todo era caótico, y yo estaba muy preocupada. Me santigüé y pedí a Dios que protegiera a la gente». De repente, oyó muy cerca el sonido de un disparo. «Un hombre que estaba a mi lado cayó al suelo. Tenía un tiro en la cabeza. Grité pidiendo ayuda», y algunos que estaban cerca llevaron su cuerpo dentro del terreno de la diócesis. Ella corrió detrás, sin poder respirar y con los ojos afectados por el gas lacrimógeno.
«Corrí a la clínica a por una camilla»
Al comprobar que otro hombre había recibido un tiro en la cabeza y había más heridos, «me lavé la cara con agua y corrí a la clínica para coger una camilla» y llevar a la mayor cantidad posible de gente allí. «Los médicos y enfermeras se esforzaron al máximo» en ayudar a algunos, y derivaron a otros a los hospitales. Pero nada pudieron hacer por los dos hombres a los que habían disparado en la cabeza.
Uno se llamaba Zin Min Htet, y tenía 23 años. Además, cinco personas más resultaron gravemente heridas. Son las dos primeras víctimas mortales en Kachin, aunque el balance total en el país se acerca a las 60. «Es muy doloroso ver todo este sufrimiento de gente que no ha hecho nada malo», subraya la religiosa.
«Se me quitan las ganas de vivir»
El día que empezó todo Nu Tawng también estaba en la clínica cuando una protesta pasó por la calle. Huían corriendo de los cañones de agua de la Policía y el Ejército de Myanmar. «No pude soportarlo». Y decidió actuar. Al salir a la calle y arrodillarse «no sentí ningún miedo» , asegura a Alfa y Omega. También se dirigió a los agentes, con lágrimas en los ojos: «Estoy muy triste porque los civiles se enfrentan a muchas dificultades y violencia; me resulta tan insoportable que se me quitan las ganas de vivir. Vosotros seguramente tenéis buen corazón». E insistía: «Os lo ruego, no lo hagáis».
Surtió efecto. Los perseguidores se disgregaron. La religiosa cree que «la gracia del Espíritu Santo les tocó el corazón». Volvió a la clínica, donde «me esperaban para traer a un paciente desde el otro lado de la calle». Tras examinarle y organizar su traslado en una ambulancia a un hospital privado, siguió tratando a otros manifestantes heridos. Durante los días siguientes, algunos de los jóvenes que escaparon gracias a ella la visitaron para darle las gracias y «traer frutas, flores y material médico».
Días de más trabajo
Un regalo más que bienvenido. Su centro médico, en el barrio de Aungnan de la capital estatal, tiene más trabajo estas semanas. De hecho, ese domingo debería haber estado cerrado. «Pero ahora abrimos cada día», explica la directora. A sus pacientes habituales («pobres, desplazados internos» y «los más vulnerables de las aldeas remotas»), se han sumado otros que recurren a ellas por el cierre de los hospitales públicos, y manifestantes heridos. Hasta el lunes, los casos habían sido leves. Entre ellos, además de heridas y contusiones, había personas «afectadas psicológicamente». Cuando las heridas superan lo que pueden hacer en el pequeño dispensario, Nu Tawng los lleva en moto a otros centros y trata de conseguirles atención.
Al tiempo, «rezo por ellos y a veces escucho sus preocupaciones y les ofrezco asesoramiento básico», ayudando «con los dones que he recibido de Dios». Es su modus operandi habitual: también en condiciones normales, cuando deriva a pacientes a centros más especializados, «los acompaño si no saben ir, y a veces he negociado para que les hagan descuentos». Si son de fuera y tienen que esperar cita, los acogen en la clínica.
«Rezad por Myanmar y ayudad como podáis»
Fundadas en 1897 por el vicario apostólico de Birmania Meridional (sur de Myanmar), Alexandre Cardot, como una congregación nativa para impulsar la evangelización a través de distintos apostolados, las Hermanas de San Francisco Javier están especialmente unidas a su pueblo. «Estamos muy apenadas» por todo lo ocurrido desde el golpe de Estado, confiesa Nu Twang. En Kachin, el golpe añade incertidumbre a un conflicto étnico que se prolonga desde hace décadas. El apoyo de estas religiosas a las protestas, aunque profundo, se limitaba por prudencia a saludar las manifestaciones y repartir comida y refrescos.
Hasta el gesto heroico de Nu Twang. Ese día, un joven que se escondía cerca pudo asomarse y sacarle unas fotos. La religiosa cree que Dios se valió de ello «para hacer que se conociera la situación del país y los sufrimientos y luchas de la gente». Varios obispos y sus superiores se lo han agradecido. En la comunidad «me han recordado que tenga más cuidado». Pero ella, sobre todo, se siente «feliz por haber hecho algo útil por los demás». Y espera que su inesperado salto a la fama haga que «en todas partes muchos recen por Myanmar y nos ayuden como puedan».