Una religiosa tras el altar: «Me turno con el sacerdote»
Además de repartir alimentos a familias vulnerables, Carmen Mañueco celebra quincenalmente una asamblea dominical en ausenca de presbítero en tres pueblos
Parece una Misa, pero no lo es. Los fieles escuchan las lecturas, hay homilía e incluso comulgan, pero detrás del altar no hay un sacerdote, sino un laico o una religiosa. Son las llamadas asambleas dominicales en ausencia de presbítero, en las que no hay consagración al no haber sacerdote, y que se regularon en 1988 para recordar a los fieles la importancia del día del Señor, aunque no haya posibilidad de contar con un ministro ordenado para la celebración eucarística.
La religiosa Carmen Mañueco lleva dos años presidiendo estas asambleas en tres pueblos distintos de la diócesis de Zaragoza. «Sustituyo a una hermana de mi congregación que ya estaba realizando este servicio», explica esta hermana de las Misioneras Eucarísticas de Nazaret, congregación fundada por san Manuel González, cuyo carisma es precisamente «llevar la Eucaristía a las almas y las almas a la Eucaristía». Cada 15 días, Mañueco se sube al coche en Zaragoza y a las 10:30 horas celebra en Torralba de los Frailes, a las 11:30 horas en Used, y a las 12:30 horas en Reinocancha. «Yo no conduzco, pero siempre me lleva un matrimonio amigo». Desembarca en cada pueblo, entra en el templo parroquial y, entonces, «se leen las lecturas, luego viene la homilía y, por último, se reza el padrenuestro y se reparte la comunión», resume la monja. Los fieles comulgan con las hostias consagradas que el párroco dejó preparadas la semana anterior. «Me turno con el cura cada semana, porque le es imposible atender a todo. En esta zona hay solo tres sacerdotes y tienen 38 pueblos a su cargo», asegura.
Los fieles agradecen este servicio de la monja, sin el cual no podrían recibir al Señor. También porque «al salir siempre me quedo hablando con ellos. Me cuentan algo de su vida, sus problemas y les animo», subraya. Carmen, por su parte, agradece al Papa el reciente reconocimiento que ha hecho del oficio de lectorado y acolitado de las mujeres, algo que ella ya venía haciendo desde hace tiempo. «Me parece una noticia muy positiva, porque las mujeres tienen un papel importante en la Iglesia y tenemos mucho que aportar».
Ayuda para 80 familias
Solo después de escuchar a los parroquianos, la misionera emprende el camino de vuelta a su comunidad. Allí continúa repartiendo alimentos, pero no se trata ya del Pan de Vida, sino de pimientos, puerros, leche o espárragos. «Más allá de estas celebraciones, yo me encargo también de dar charlas de formación a nuestros grupos de la UNER [Unión Eucarística Reparadora], de atender a la comunidad latina y del reparto de alimentos a familias vulnerables».
La religiosa, que tiene 77 años
–más de 57 de vida consagrada–, lleva haciendo esta tarea «muchos años», asegura sin llegar a recordar la fecha exacta, pero «ahora ha aumentado mucho con el tema de la pandemia». Actualmente, las misioneras están ayudando a 80 familias. Recogen los productos del Banco de Alimentos y los reparten dos veces por semana.
Entre los beneficiarios «hay muchas personas de otros países y ahora con el coronavirus vienen cada vez más personas de Zaragoza que se han quedado son trabajo», asegura. Y al igual que hace al concluir la asamblea dominical, la religiosa no solo entrega la comida, sino que también «es necesario escuchar. Muchos te cuentan sus inquietudes y tratamos de ayudarlos como podemos».