Black Friday: «Alguien está perdiendo dinero…, o la vida»
España espera el Black Friday como una ocasión de aliviar la economía, pero a pesar de que la pandemia ha dado un notable impulso al comercio electrónico, no todo son ventajas
Un reciente estudio de Google señala que el 70 % de quienes van a aprovechar este Black Friday para hacer sus compras lo harán de manera online. Además, más de la mitad de los españoles afirma que la pandemia ha influido en la forma en la que harán sus compras navideñas este año, y un 27 % que realizaba compras en tiendas lo hará este año de manera electrónica. Pero todo eso tiene unos costes tanto para las personas implicadas en el proceso de compra como para el medio ambiente que en muchas ocasiones no son evidentes.
«A raíz del confinamiento ha cambiado mucho nuestra manera de comprar», afirma Carmen valor, profesora de Marketing en ICADE. «No solo ha aumentado un 60 % el comercio electrónico, sino que también ha cambiado el tipo de productos que compramos: sobre todo dispositivos electrónicos, alimentación y productos de ocio para casa».
En este fenómeno ha influido mucho «el miedo a la enfermedad, las colas en los establecimientos y las dificultades de conciliar vida personal y laboral», y aunque el confinamiento ha terminado «aun no estamos en una situación de normalidad, porque la pandemia sigue y eso se nota en el ambiente».
Se nota también en una forma de comprar que no es 100 % respetuosa con las personas que intervienen en el proceso ni con el medio ambiente. «Lo común hasta ahora eran las compras de proximidad, pero el tramo final de las compras ha cambiado mucho –asegura la profesora de ICADE–. Ahora la última milla se ha transformado en un mensajero con una furgoneta y eso tiene repercusiones como el aumento de las emisiones o la congestión en las ciudades», una huella ecológica a la que se añade el hecho de que el comercio online «no está generando un empleo de calidad».
De hecho es «un trabajo precarizado sobre el que ya ha habido sentencias porque muchas empresas tratan a los mensajeros como autónomos cuando no lo son». Por eso, «si estos trabajadores que nos traen a casa todo lo que necesitamos cumplen una función social tan importante, ¿por qué no los protegemos más?», se pregunta Valor.
La profesora coloca también la responsabilidad en los consumidores, pues «es verdad que el comercio electrónico te ahorra tiempo y los precios son más baratos, pero debemos ser conscientes de que esta actividad tiene costes ambientales y los precios tan bajos nos tendrían que hacer sospechar».
Así, «que una camiseta valga dos euros significa que alguien no ha recibido el justo valor de su trabajo. Eso nos tiene que hacer pensar. Lo que tú dejas de pagar, alguien lo está pagando con su vida, o con la vida de sus hijas».
De este modo, no se trata de encontrar una solución técnica a este problema, sino que «es una cuestión de conversión, preguntarnos: “¿Qué hay detrás de lo que estoy comprando?”. A lo mejor en algún lugar de la cadena hay alguien que está pagando lo que no estoy pagando yo». Así «mostraríamos nuestra solidaridad y agradecimiento a quienes nos sirven con su trabajo. Es una cuestión de amor, una reflexión que todos debemos hacernos», añade Carmen Valor.
¿Falta información entonces sobre los costes reales de un producto? «La información está si la buscas», asegura la profesora, para quien «en nuestra sociedad padecemos infoxicación. Hay demasiada información y necesitamos momentos pausados para gestionarla. Quizá las parroquias podrían ser un buen ámbito para reflexionar sobre lo que hay detrás del consumo».