Para transportar mercancías y productos por todo el mundo, la economía global se confía en gran medida a la industria marítima, apoyada por una fuerza de trabajo de alrededor de 1,2 millones de marineros. Muchas veces, las tripulaciones de estos barcos son personas invisibles. A pesar del desarrollo tecnológico que facilita la comunicación con los seres queridos, los marineros se ven obligados a pasar largos meses en un espacio cerrado, lejos de sus familias. Normas restrictivas e injustas a menudo les impiden bajar a tierra cuando están en puerto; y la continua amenaza de la piratería en numerosas rutas marítimas añade estrés durante la navegación.
Además, la situación actual de guerra, violencia e inestabilidad política en diversos países ha creado un nuevo fenómeno que está afectando al sector de los transportes marítimos. Desde el año pasado, los buques mercantes que transitan por el mar Mediterráneo participan activamente en lo que se ha convertido en un rescate cotidiano de miles de emigrantes. Sin embargo, para los buques mercantes, rescatar emigrantes en el mar representa un riesgo para la salud, el bienestar y la seguridad de sus tripulaciones.
El rescate de cientos de hombres, mujeres y niños que intentan frenéticamente subir a bordo para estar seguros, es algo para lo que ningún curso de formación de la escuela marítima los ha preparado. A veces, la visión de cuerpos sin vida flotando en el mar representa una experiencia traumática que deja a los miembros de la tripulación exhaustos y psicológicamente estresados.
Como Iglesia católica, queremos expresar nuestra gratitud a los marineros por su gran esfuerzo humanitario, a veces con riesgo para sus vidas, en numerosas operaciones de rescate, salvando las vidas de miles de emigrantes. Nuestro reconocimiento también se dirige a todos los capellanes del Apostolado del Mar por su compromiso cotidiano al servicio de la gente del mar.
Al tiempo que hacemos un llamamiento a los Gobiernos europeos y a los de procedencia de los flujos migratorios, así como a las organizaciones internacionales para que colaboren en la búsqueda de una solución política duradera y definitiva para aquellos países, también solicitamos que se inviertan más recursos no sólo para misiones de búsqueda y rescate, sino también para prevenir la trata y la explotación de personas que huyen de condiciones de conflicto y pobreza.
Del Mensaje para el Domingo del Mar (12 de julio), del Consejo Pontificio para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes