Primer diácono en Segovia en diez años: «Un inmenso regalo»
Hace apenas dos semanas, la catedral de Segovia acogió la primera ordenación diaconal en diez años, la de Álvaro Marín, para quien su historia «es una prueba de que Dios está vivo y sigue llamando»
Echando la vista atrás, el nuevo diácono Álvaro Marín recuerda que «mis padres me han educado en la fe y en casa ha sido algo muy natural. He vivido los sacramentos y la vida de parroquia como algo muy normal».
Más tarde, en la adolescencia, a Álvaro se le empezó a pasar por la mente la idea de ser sacerdote: «me impactaba mucho la figura de mi párroco de entonces. Pero en ese momento no le di importancia». Pero aquella idea «no se me iba de la cabeza», y al final habló con su párroco. Empezó a ir a unas reuniones que organizaba la diócesis para discernir su vocación. Estaba en primero de Bachillerato.
«Me lo tomé con ilusión pero luego me surgieron dudas, empecé a salir con una chica… “Ya no quiero ser cura”, pensaba. Pero la vocación me rondaba todo el rato, hasta de noche le daba vueltas en la cama», afirma Álvaro.
El detonante que acabó de decidirle fue el accidente que sufrió un sacerdote amigo de su familia: «Para mí aquello fue un trallazo. Me impactó mucho y eso hizo que volviera a plantearme la vocación. Al poco tiempo, le dije a mi novia todo lo que tenía dentro y lo dejamos».
En el año 2013, Álvaro entró en el seminario diocesano de Ávila como seminarista de Segovia. «Entré con mucha ilusión, pensando: “A mí ya no hay quien me pare”, pero fue un golpe con la realidad. El seminario es una etapa muy bonita pero en la que también te das cuenta de que somos personas normales con nuestras manías y con nuestras dificultades para la convivencia». A toro pasado, afirma que esos años «me ayudaron a conocerme de manera más realista».
Finalmente, el 25 de octubre de 2020 recibió de su obispo, César Franco, la ordenación diaconal, la primera en los últimos diez años en la diócesis segoviana. Para Álvaro este hecho supone «luz y esperanza para la Iglesia. Es una prueba de que Dios está vivo y sigue llamando, y que sigue habiendo jóvenes que le quieren seguir».
¿Qué dirías a un joven que, como tú se está planteando la vocación y no acaba de darle respuesta? Álvaro responde que el sacerdocio «es una opción real, porque Dios se puede fijar en ti y llamarte. Tienes que buscar un sacerdote experimentado que te ayude a discernir. Y también te hace falta mucha oración, para preguntarle directamente al Jefe qué es lo que Él quiere de ti. Hay que echarle valor, pero merece la pena».