El documento Samaritanus bonus publicado por la Congregación para la Doctrina de la Fe no aporta ninguna novedad a la doctrina de la Iglesia, pero es una respuesta a las legislaciones nacionales que legitiman el suicidio asistido y la eutanasia voluntaria. «La eutanasia es un acto homicida que ningún fin puede legitimar y que no tolera ninguna forma de complicidad o colaboración, activa o pasiva». «Aquellos que aprueban leyes sobre la eutanasia y el suicidio asistido se hacen, por lo tanto, cómplices del grave pecado que otros llevarán a cabo. Ellos son también culpables de escándalo porque tales leyes contribuyen a deformar la conciencia, también la de los fieles», señala el organismo del Vaticano que preside el cardenal español Luis Ladaria.
Doctrina de la Fe destaca que «no existe el derecho al suicidio ni a la eutanasia», ni tampoco lo que llaman «aborto preventivo». El único derecho es el de «tutelar la vida y la coexistencia entre los hombres». «Nunca le es lícito a nadie colaborar con semejantes acciones inmorales o dar a entender que se pueda ser cómplice con palabras, obras u omisiones».
Asimismo, el texto incide en que estas leyes «golpean el fundamento del orden jurídico» del derecho a la vida y llegan a herir «profundamente» las relaciones humanas y la justicia, al tiempo que «amenazan la confianza mutua entre los hombres». A este respecto, el Vaticano denuncia que en las miles de personas que ya han muerto por eutanasia en el mundo, había una gran parte que aquejaban «sufrimientos psicológicos o depresión». «Son frecuentes los abusos denunciados por los mismos médicos sobre la supresión de la vida de personas que jamás habrían deseado para sí la aplicación de la eutanasia», incide. Por ello, se identifican los factores que más determinan la petición de eutanasia y suicidio asistido en los enfermos, como «el dolor no gestionado», «la falta de esperanza» o una «atención, humana, psicológica y espiritual a menudo inadecuada por parte de quien se hace cargo del enfermo».
El documento también explora la errónea comprensión de la «compasión» que existe en las sociedades que, ante un sufrimiento calificado como «insoportable», justifican el final de la vida del paciente. Sin embargo, para la Iglesia «suprimir un enfermo» que pide la eutanasia significa «desconocer el valor de su libertad».