Hace cuatro días fue encontrado otro cadáver en el río Grande. Se desconoce la identidad, solo que es un joven de 23 años. Se difundió un vídeo donde se veía a la lancha de la patrulla fronteriza arrastrando el cadáver. Luego, silencio. Nadie se hizo eco del suceso, quizás porque de tan repetitivo ya no nos toca el corazón.
«¡Cuántas vidas más debe quedarse el río antes de que el MPP (Protocolos de Protección al Migrante por sus siglas en inglés), se detenga! Familias, niños, bebés sufriendo porque nos negamos a dejarlos entrar en EE. UU. para seguir un proceso de asilo. ¿Por qué? Todos vimos con lágrimas en los ojos cómo el cuerpo era arrastrado por el barco», dice la hermana Pimentel, de Caridades Católicas. Lo más triste es que la pregunta no tiene respuesta.
Mientras tanto, el sueño de mi gente es que la vida cambie después de las elecciones presidenciales que tendrán lugar en noviembre. No creo que el pueblo de Israel esperase al Mesías con tanta expectación.
Prensa, radio y televisión nos bombardean cada minuto con las bondades del presidente actual y el cataclismo al que nos expondríamos en caso de no votar la reelección. Lo propio hace el partido de la oposición. Y nos les duelen prendas en aturdirnos con banderas nacionales, himnos y promesas, invitándonos a unirnos a su partido demostrando nuestro patriotismo. Como si ser patriota se redujese únicamente a portar una bandera. Ser patriota es querer que tu país sea realmente grande; que tu país no olvide sus raíces migratorias; que tu país no te discrimine por tu credo, sea político o religioso, o por tu piel; que tu país sea un lugar de nuevas oportunidades para los que tuvieron que dejar el suyo. En definitiva, un país que descubra que, a los dos lados del muro, somos y queremos seguir siendo hermanos.
Me decía una anciana de mi parroquia: «Padrecito, a nosotros solo nos queda rezar». «Rezar y votar», le contesté inmediatamente. «Tiene que ser importante su voto, cuando se lo rifan con tanta pasión», añadí. La pena es que con el invento de las fake news parece que el deporte de moda de los políticos es mentir y hacer promesas que saben de antemano que no cumplirán.
Me han dado una buena noticia: Manuel Segovia ha prorrogado dos semanas más el reparto de fruta y verdura. Así que seguiremos a lo nuestro, mal que les pese a algunos: dar de comer al hambriento. Al fin de cuentas, las penas con pan son menos.