El seminario ante el coronavirus: un corazón que sigue latiendo - Alfa y Omega

El seminario ante el coronavirus: un corazón que sigue latiendo

El coronavirus ha pospuesto la celebración del Día del Seminario al 3 de mayo, pero no ha detenido la vida de los seminaristas. En el Conciliar de Madrid siguen viviendo en comunidad, observando las medidas de seguridad e higiene, y haciendo suyas «las angustias y tristezas de los hombres» en estos momentos

Fran Otero
Un grupo de seminaristas, en oración, en la capilla del Seminario Conciliar de Madrid
Un grupo de seminaristas, en oración, en la capilla del Seminario Conciliar de Madrid. Foto: Seminario Conciliar de Madrid.

Se dice –y así lo recoge el Concilio Vaticano II– que el corazón de una diócesis es su seminario. Y, por tanto, que este siga latiendo en los tiempos difíciles es un signo de confianza y de compasión hacia el mundo de hoy. No importa que el COVID-19 haya pospuesto la celebración del Día del Seminario, tradicionalmente en san José, al 3 de mayo, Domingo del Buen Pastor; ni que los seminaristas no puedan acudir a sus clases, encomiendas pastorales de fin de semana o a ofrecer sus testimonios, y que tengan que estar recluidos. «Permanecemos en comunidad, haciendo nuestras las tristezas y angustias de los hombres», dice a Alfa y Omega José Antonio Álvarez, rector del Seminario Conciliar de Madrid.

En Madrid, abunda el rector, la situación generada por el coronavirus se planteó desde el principio con esperanza y cautela, y dando libertad a los seminaristas para que decidiesen si quedarse o no en el seminario en función de sus situaciones personales y familiares: «La gran sorpresa es que una gran parte han optado por permanecer en comunidad». Eso sí, todas las actividades se realizan con las medidas de higiene y seguridad que las autoridades han dispuesto.

Estos días hay más espacios para el estudio, la lectura y el deporte. También para la oración. Uno de los momentos más bonitos que vive la comunidad se produce por las tardes en torno al rosario, que se reza por las personas enfermas, por las familias que viven situaciones de agobio, por los sanitarios y demás personal que se está volcando en esta crisis. Luego tienen la Eucaristía, cuidando las medidas de higiene, limpieza y desinfección.

Para José Antonio Álvarez, este momento tan especial está sirviendo para que los futuros sacerdotes descubran que la vida del seminario no es solo un tiempo para estudiar y rezar, sino también «para experimentar la compañía, la fraternidad y la vida en comunidad». «En estos momentos, uno puede vivir la belleza de la compañía de los hermanos y la ayuda mutua», añade.

En coordinación con las autoridades sanitarias

Esto se está poniendo de manifiesto con el cuidado de varios seminaristas que están en régimen de aislamiento por precaución. «No hay certeza de contagio, pero sí síntomas. Y con esa esa precaución estamos tratándolos», añade. Providencialmente, tres de los seminaristas son médicos y están realizando un seguimiento a estos casos en coordinación con las autoridades sanitarias. Con todas las cautelas que exigen estos días, el rector del Seminario Conciliar y los médicos creen, porque no se puede asegurar, que se ha generado «un espacio seguro en el seminario».

«Son momentos duros, pero, a la vez, bonitos. Es bonito ver el empeño en cuidarnos mutuamente y en ayudarnos a vivir. En estos momentos de dificultad que vive la sociedad, nuestro mundo, no podemos ser indiferentes y tenemos que responder al Señor en lo que nos pide», recalca José Antonio Álvarez.

La reflexión con la que concluye el rector tiene que ver con el deseo del hombre por la comunión y la fraternidad en medio de este aislamiento y reclusión, algo a lo que el seminario «no es ajeno». «Llevar la Buena Noticia en este momento de la historia y de España requiere de esperanza. Mantener la vida del seminario en estas horas concretas, que exigen responsabilidad, aporta confianza, compasión en la oración, en la solicitud de unos por otros, en las atención de situaciones que nos hacen llegar familiares, hermanos sacerdotes… Esto es lo que queremos hacer nuestro: pedir por ellos y cuidar su vida», concluye.