Juan Antonio Gil Tamayo (1966-2019), una vida al servicio de la Iglesia - Alfa y Omega

Juan Antonio Gil Tamayo (1966-2019), una vida al servicio de la Iglesia

Puso un empeño y un sacrificio ejemplares en su dedicación a los futuros sacerdotes

Colaborador

«Demostremos que somos lo que creemos». Estas palabras que escribió san Cipriano en el siglo III en un tratado sobre la muerte bien se pueden aplicar al profesor Gil Tamayo, quien tuvo hacia el santo cartaginés un afecto especial por las muchas horas que dedicó a estudiarlo. Juan Antonio se nos acaba de marchar y si en esta hora debemos decir algo sobre su persona, sobre quién fue y qué hizo, podemos afirmar con justicia que a lo largo de su vida no quiso otra cosa que mostrar con su conducta aquello en lo que creyó. Porque fue un hombre de fe y lo manifestó con obras.

Juan Antonio dejó su tierra natal siendo muy joven para primero ir a vivir a Madrid y luego estudiar en Pamplona. Tras licenciarse en Filosofía y Letras y en Teología en la Universidad de Navarra, en 2002 fue ordenado sacerdote de la Prelatura del Opus Dei, institución a la que pertenecía desde joven y a la que fielmente entregó su vida. Ese mismo año se doctoró en Teología con un trabajo dirigido por el profesor Marcelo Merino, titulado «La Iglesia como misterio de comunión en Cipriano de Cartago». Incorporado a la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra para encargarse de la docencia de Patrología e Historia de la Iglesia en la edad antigua, en 2005 se especializó en teología y ciencias patrísticas en el Instituto Patrístico «Augustinianum» de Roma, centrando su investigación en los estudios patrísticos de ámbito latino, de modo especial en la tradición africana. Además de numerosos artículos en revistas especializadas, en 2016 finalizó la edición en dos volúmenes de las obras completas de san Cipriano y continuó trabajando en temas patrísticos hasta hace unos pocos meses.

Pero, además de su labor científica, Juan Antonio será recordado por la intensa actividad que desarrolló como director de Estudios de la Facultad de Teología y su dedicación a los alumnos, en especial a los futuros sacerdotes. En esta tarea puso un empeño y un sacrificio ejemplares. Reflejo de esa dedicación y ese cariño es el considerable número de veces que los estudiantes que acababan los estudios lo elegían padrino de su promoción. Porque Juan Antonio era un hombre que sabía querer y, por su bondad –porque era verdaderamente un hombre bueno–, por su alegría y capacidad de preocuparse por los demás, sabía también hacerse querer. Del mismo modo lo demostró en el Seminario Internacional Bidasoa, donde fue formador y director espiritual.

Decía al principio, glosando a san Cipriano, que Juan Antonio no deseó otra cosa que ser aquello que creyó. Ciertamente, ha sido tan querido por su gran humanidad y su gran fe. Fue un sacerdote que quiso servir generosamente a la Iglesia haciendo la voluntad de Dios. Muchas gracias, Juan Antonio, por todo lo que nos has dado. Que descanses en la paz del Señor.

Juan Chapa
Decano de la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra