El Papa Francisco trasladó su «sentido pésame» por el fallecimiento del ex Presidente Adolfo Suárez, a quien se refirió como una «figura destacada de la etapa reciente española». El mensaje está firmado por su Secretario de Estado, el cardenal Parolin, y fue leído al término de la Misa corpore insepulto celebrada el martes, en la catedral de Ávila. El hombre considerado, junto al rey, como el gran artífice de la Transición, fue enterrado en el recinto del templo, tal como había pedido, junto a su esposa, Amparo Illana, cuyos restos fueron trasladados el día anterior desde el convento de Mosén Rubí.
El próximo lunes, a las 7 de la tarde se celebrará un funeral en la madrileña catedral de La Almudena, al que está previsto que asistan altas personalidades del Estado. Presidirá la Misa el cardenal Antonio María Rouco, arzobispo de Madrid, quien acudió el lunes 24 al Congreso de los Diputados, para rezar un responso y dar el pésame a la familia del primer Presidente de la democracia. A la capilla ardiente acudió también el cardenal Antonio Cañizares, antiguo obispo de Ávila y amigo de la familia. En declaraciones a TVE, el prefecto de la Congregación para el Culto Divino resaltó cómo gracias a Suárez se pasó de una España dividida a «la España de todos los españoles, donde cabemos todos. En el mismo sentido se pronunció el Secretario General de la Conferencia Episcopal, el sacerdote don José María Gil Tamayo, que valoró su «coherencia impecable» como padre de familia y como cristiano entregado al bien común.
La CEE difundió, el domingo, una carta de su Presidente a la familia Suárez. En nombre de todos los obispos, monseñor Ricardo Blázquez, arzobispo de Valladolid, también abulense, resaltó que «don Adolfo nos deja como político un gran testimonio para la vida pública. Con discreción, y al mismo tiempo con firmeza, fue un hombre de profundas convicciones cristianas que también en su vida privada fueron decisivas para afrontar con entereza y esperanza numerosas dificultades personales». Además, aseguró que «España le debe mucho, por su contribución singular a la reconciliación y a la recuperación de las libertades fundamentales y a la democracia, en una etapa histórica particularmente importante de la que todos somos beneficiarios». En el ámbito específico de las relaciones Iglesia-Estado, monseñor Blázquez recordó que «fue con él como Presidente del Gobierno, cuando en 1979, se firmaron los Acuerdos entre la Santa Sede y el Estado español, que constituyen el marco normativo en el que se vienen desarrollando eficazmente las relaciones entre la Iglesia y el Estado».