El monologista gallego Miguel Lago está se encuentra en la segunda edición de su espectáculo Soy un miserable. Por la platea han pasado ya más de 25.000 espectadores. Y todos, estoy seguro, se han despreocupado de sus agobios diarios durante la hora larga que dura el monólogo.
Pero… ¡Ojo al comienzo! Lo digo porque durante los primeros minutos, hay que reconocerlo, Lago es… Digamos, desconcertante. Desconcertante porque no tiene pelos en la lengua. Dice las cosas como las piensa, y remarcándolas con todos y cada uno de sus acentos y tildes a más no poder. Desconcertante porque, desde el escenario, se muestra como un ser superior que mira con desprecio a la audiencia, y ésta puede sentirse incómoda. Porque Lago, enfundado en su traje y corbata, está como en una atalaya, en un trono y los demás son algo así como sus míseros súbditos. Y desconcertante porque su show es aire fresco en una sociedad vacía e imbuida en las apariencias.
Pero pasados esos minutos iniciales la risa está asegurada. Vaya preparado para recibir ‘golpes’ de humor. Su ametralladora dispara gags con bala, pero con bala de verdad, no de fogueo. Los ríos de sangre jovial inundan el teatro. Lago tira a matar y a quemarropa. Su humor directo, directísimo, me recuerda a dos escenas memorables de la filmografía de Tarantino. Ambas correspondientes al desenlace final de dos cintas. Me refiero a su última producción, Django desencadenado y a la escena del tiroteo en la mansión de Candie Land. Y en segundo lugar, a la batalla entre campal y brutal de Kill Bill Vol. I. Porque en ambas la que sangre invade las paredes, los suelos y los cuerpos.
Algunos califican el humor de Lago como políticamente incorrecto, pero podríamos decir que, más bien, se trata de jugar al esperpento con las miles de situaciones y cuestiones a las que muchos, por absurdos reparos, no se atreven a hincarles el diente. Y Lago lo hace sin ningún remilgo. Llama a las cosas por su nombre. Pero siempre, siempre, desde la ironía –directísima tal cual jabs, siguiendo el símil pugilístico– que golpea a políticos, empresarios, cuñados o abuelos.
★★★★☆
Pequeño Teatro Gran Vía
Calle Gran Vía, 66
Plaza de España, Callao
ESPECTÁCULO FINALIZADO