Los salesianos de la calle - Alfa y Omega

Los salesianos de la calle

Colaborador

La calle. Todo es rápido en la calle. Pero, ¿no has oído decir que la pobreza es lenta?

Cuando un chavalote se queda sin dinero siempre hay quien le sugiere, a las claras, ayudarle en sus trapicheos de camellería o de sexo.

La calle. Son muchos los salesianos de Madrid que vuelven una y otra vez al parvulario de la marginación en la calle del suburbio. ¿Parvulario o Universidad?

Así Fernando Domenech, que nació hace 47 años en calle Vizcaya 7, Madrid, iba para profesor de inglés —¿titulado por Oxford, o por Cambridge?, ¡qué más da!—, y acabó en cura comprometido, una vez acabados los curas obreros. He mantenido el tipo —dice—. Soy de los curas que hemos preferido la eficacia a la confrontación, quizá porque la gente que más sufrió —los curas obreros, los de la liberación, y otros— nos abrió ese camino.

Y un poco, de la clandestinidad a la locuacidad, Fernando Domenech, Julio Yagüe, Julio Díez, Jesús Sendino y otros han creado espacios de encuentro, de afecto y de acierto para jóvenes viejos en Pan Bendito, Alcalá de Henares, Parla, Soto del Real, Fuenlabrada o Lavapiés.

En esos regazos, tiznándose dulcemente de compromiso, han sentido una comezón y como un mal de piedra, Eduardo Martín, Javier Zapata y Pedro García Pérez, y Miguel Ángel Olivares Ullán y Nando, y los dos Guzmanes, el bueno y el mejor, y Caño, y Ochoa Vidaur, y Rojano, que son como los curas proletarios y lumpen de los cielos de don Bosco en Madrid.

Lauro Martín

Servicios sociales
Para quien se muere de hambre Dios es el pan y la mantequilla

Los niños —los más pequeños— chocan hoy contra nosotros, una y otra vez, en los medios de comunicación. Y les buscamos los ojos, porque sin duda es la mejor manera que tenemos de entenderlos los mayores.

El salesiano Jesús Jiménez, toda una vida en la India, sabe de violencias de almas y cuerpos y gasta ahora su vida en proteger de tanto atraco a los chicos y jóvenes de todo el mundo, y procurarles un tolerable equilibrio social; desde un servicio mundial de intendencia, que los salesianos fundaron en Madrid, en 1960, llamado Misiones Salesianas.

La foto de los salesianos es esa foto.

La foto de los salesianos es la de cualquier pequeño necesitado, marginado, desprotegido, vilipendiado y villanizado por la calle, por las familias o las empresas… Los salesianos sufrimos sus bochornos, sus hambres, sus miserias, sus abandonos, sus humillaciones.

¿Es un sufrimiento retórico, un sentimiento romántico, paños calientes?

El que más de 6.000 salesianos en América y África se partan el pecho y el alma, a pie de acera, de misión, de calle indica todo lo contrario. Para san Juan Bosco, las bienaventuranzas no fueron máximas ni alegorías ni metáforas para conferencias, sino amenazas de muerte y muerte eterna… Del Evangelio vivido no se pueden hacer flexibles, dúctiles y cómodas ediciones de bolsillo.

(El padre Jiménez, buen baturro, misionero hasta la médula, parece un levita del siglo pasado, pero es un pionero del Evangelio del siglo XXI. Me atraviesa un poco con su mirada para proseguir).

Así como un verdadero cristiano no puede ser más que cristiano, un verdadero salesiano no puede ser más que salesiano. Ése es, sobre todo, su documento de identidad: su edad, su domicilio, su profesión… Nos hacía daño ver a esos miles de chiquillos —gamines, meninos…— de las calles de Calcuta o Madrás, Bogotá o Medellín, sin un techo, sin un futuro, y abrimos esta casa, Misiones Salesianas, que hoy se encuentra en Ferraz, n.º 81, para servir de soporte práctico a la entrega práctica de nuestros miles de misioneros y miles de chiquillos de todo el mundo.

Un vocerío de chicos y chicas destroza nuestra charla y denuncia fiesta.

¡Ah! son los voluntarios de Jóvenes Tercer Mundo, ONG nuestra, que se preparan para marchar a América. Para quien se muere de hambre, Dios es el pan y la mantequilla. Para quien no sabe leer ni escribir, Dios son un poco estos maravillosos jóvenes voluntarios: listos, bullebulles, generosos, amigos de Dios.

Mentiría si no dijera que al padre Jiménez se la agrandan a través de las gafas sus ojos de miope, como a través de sus palabras se agranda y aquilata la limpieza de su gran corazón.

Misiones salesianas

Ferraz, 81 – 28008 Madrid – Tel. 91 455 17 20

E-mail:

<misiones@mail.ddnet.es>

<jovenes@mail.ddnet.es>

<sei@editorialccs.com>

Ángeles custodios con patas de gallo

Hay semanas, meses, años, en que el ángel nuestro de cada día se levanta con nosotros y se acuesta lleno de mimos y silencios, de amigos y enemigos.

Es el Ángel Custodio que nos ha puesto la vida, montando guardia en los rincones más personales y desnudos de cada uno, hasta en nuestra alcoba de crímenes y polillas.

A este ángel del hogar, de la familia, del techo, uno no le da importancia, porque uno vive con celeridad la conquista de vivir y de ser y de tener.

Pero hay quien carece de él.

Todas las mañanas se abren las tapas de las alcantarillas de Bogotá para dejar pasar por ellas unas caritas sucias, famélicas y macilentas, que giran los ojos, una y otra vez, a la violenta luz del sol. Se trata de pequeños topos humanos: los gamines.

Dicen que son más de cinco mil chiquillos, los que allí encuentran cobijo a medio metro de las aguas fecales, huyendo de la muerte violenta y segura, que les amenaza, al subir a la superficie.

Para los gamines de Bogotá, Medellín, Río de Janeiro…, no hay ángel custodio.

El primer desahogo psicológico de la mañana les calma un poco su rabia de gatos apaleados, su rabia de uñas rotas y de dientes mellados, para convertirse en poco menos que alimañas a las que se puede pegar un tiro de escopeta impunemente a lo largo del día.

Sin enmendar la plana a nadie, hombres ya hechos, a cuerpo limpio y con las arrugas y patas de gallo, que tanto les costó diseñar, cogen las manos de estos chiquillos con afecto, les alborotan cariñosamente el pelo y sustituyen, como saben y como pueden, al ángel de la familia muerta o desconocida.

No me preguntes por la edad de un gamín de ocho o diez añillos, pues su edad tiene muy poco que ver con sus años, observa Eduardo Martín.

—Pero todos los gamines son medio delincuentes…

—Mientras se siente uno amado, se vive.

Los chicos de las calles de Madrás o Calcuta, de los Ángeles o de San Francisco, de Bogotá o Medellín…, han podido encontrar, como quien tropieza, con un ángel, por las mismas calles de sus miserias, botones descosidos y pantalones rotos, a los salesianos.

Hiscio Morales, Modesto Bellido, Salvador Bastarrica, desde Madrid, miraron con asombro, oscuro y claro, las caritas pillas y adorables, hasta con muescas de sangre en los ojos, como otro tatuaje más, y fundaron una Casa de Intendencia: Misiones Salesianas.

En nuestra cultura tenemos los Ángeles Custodios, llamados también de la Guarda, que nos protegen desde los cuadros o desde los retablos. Este ángel custodio, plantado y asentado ya en la calle Ferraz 81, busca ángeles del hogar, de la familia, del techo, para los miles de gamines que en el mundo carecen de él.

Juan de Leizárraga