24 de diciembre: santos antepasados de Jesucristo, los hombres y mujeres que vieron de lejos a Jesús
Las genealogías de los Evangelios incluyen a justos que hicieron avanzar el plan de salvación pero también muestran que Jesús entró en la historia hasta el fondo
Los santos antepasados de Jesús son «los padres que agradaron a Dios y fueron hallados justos y murieron en la fe sin haber recibido las promesas, pero viéndolas de lejos y saludándolas, de los cuales nació Cristo según la carne». Así lo afirma el Martirologio Romano; pero cuando cada año por estas fechas se leen en Misa las genealogías de Jesucristo son habituales las caras de extrañeza. ¿Qué tendrá que ver con la Buena Noticia esa larga lista de nombres, la mayoría desconocidos, que se hunden en páginas del Antiguo Testamento que quizá pocos han leído alguna vez en su vida?
Los Evangelios recogen dos genealogías de Jesús, una en Mateo y otra en Lucas, las dos muy diferentes entre sí. El primero la elabora desde Abrahán hasta el Señor y el segundo en sentido inverso, desde el Mesías hasta Adán. Mateo coloca la suya ya al principio de su libro, mientras que Lucas espera a contar la infancia del Señor y luego la sitúa entre el bautismo en el Jordán y las tentaciones en el desierto. Una curiosidad es que Mateo menciona a la Virgen María, mientras que Lucas, el evangelista mariano por excelencia, ni siquiera la nombra en su listado.
Además, mientras la de Lucas parece un elenco sin mayor afán, la de Mateo tiene una disposición muy ordenada, con tres grupos de 14 nombres cada uno: primero desde Abrahán hasta David, luego desde este hasta el destierro de Babilonia y después hasta Jesús. Es como si Mateo quisiera entroncar a Cristo con el gran patriarca y con el gran rey de Israel; y, al aludir al destierro, subrayara su venida como Mesías.
Ante estas divergencias y el hecho de que no todos los nombres coincidan, surge la pregunta sobre la verosimilitud de ambas. Es complicado darle respuesta desde un punto de vista científico e histórico. Hay autores que defienden que Lucas sigue el linaje legal mientras que Mateo lo hace con el biológico; también los hay que sostienen que Lucas registra la genealogía de María y Mateo registra la de José; y otros subrayan que uno quiso resaltar la estirpe sacerdotal de Cristo mientras que el otro quiso destacar su linaje real. Todo ello hace dudar en un primer acercamiento. Pero Tomás Olábarri, sacerdote madrileño autor de una tesina para la Universidad San Dámaso sobre las genealogías de Jesús, dice que «aunque no es posible rastrear su veracidad hasta el último detalle, sí hay muchos nombres que aparecen en la Biblia», por lo que «tampoco se debe descartar del todo su autenticidad».
Más allá de estas disonancias, el motivo de que los evangelistas decidieran incluir estas listas es «hacernos entender que Cristo no vino al mundo de una manera extraña, sino que lo hizo como cada uno de nosotros». Este modo de encarnarse «muestra que no se desentiende de lo que le ha precedido, sino que se hace uno de nosotros del modo más normal, con todas las consecuencias». Así, el árbol genealógico de Jesús está lleno de pecadores —mentirosos, traidores, prostitutas, adúlteros y asesinos—, lo cual avala el hecho de que Cristo, sin cometer pecado, al encarnarse como descendiente suyo, asumió entrar hasta el fondo en el pecado de la humanidad para salvarnos de él.
Las cinco mujeres
En el mundo judío, el que otorgaba al niño el apellido y la vinculación con su familia era el padre. Por eso llama la atención que Mateo mencione en su listado a cinco mujeres: Tamar, Rahab, Ruth, Betsabé y la Virgen María. A lo largo de la historia de la exégesis se han dado diferentes explicaciones a este hecho y se ha buscado un denominador común a todas ellas. Se ha señalado, en línea con lo dicho más arriba, que todas eran pecadoras, pero «esa es una explicación que se queda corta, porque dejaría fuera del grupo a la madre del Señor», afirma Olábarri. Una segunda teoría es que todas eran paganas, subrayando la llamada universal a la salvación, «pero eso tampoco se puede decir de todas ellas».
La conclusión de Tomás Olábarri es que, «siguiendo atentamente la historia de cada una de estas mujeres se puede decir que todas constituyen un modelo de justicia, entendiendo esta expresión en su sentido bíblico». Es decir, estas cinco mujeres, con sus acciones, hacen avanzar los designios de Dios. Sus avatares permiten que «cumpla su plan de salvación para el pueblo de Israel y para toda la humanidad». En este sentido, se entiende que la genealogía de Mateo incluya a María, «por su actitud abandonando sus planes y dejándose hacer por Dios. Fue eso lo que permitió que la redención entrara en nuestra historia y es lo que celebramos estos días».
En los tiempos anteriores a Cristo, los griegos contaban los años por olimpiadas y los romanos según la fundación de la ciudad de Roma. En el siglo VI, el monje Dionisio el Exiguo propuso fijar la fecha del nacimiento de Cristo como un antes y un después en el transcurrir de la historia. Para ello forjó la expresión Anno Domini nostri Iesu Christi, que posteriormente fue simplificada como Anno Domini, A. D. por sus siglas. Su idea fue adoptada progresivamente en Europa en los siglos siguientes, hasta que el emperador Carlomagno le dio a este uso su validación definitiva en todo el continente.