20 de enero: san Enrique de Upsala, el obispo decapitado sobre un lago de hielo
Apenas un año después de predicar el Evangelio en tierras de Finlandia, el obispo de Upsala encontró el martirio sobre el lago helado de Köyliönjärvi, a manos de un pagano furioso por su celo misionero
Casi toda la información sobre la vida de san Enrique se basa en un poema popular finlandés escrito más de 100 años después de su muerte, por lo que hay muchos historiadores que dudan de algunos datos de su biografía y hasta de su misma existencia. En todo caso, se cree que nació en Inglaterra en torno al inicio del siglo XII. No se sabe nada más de él hasta que, en 1155, junto al rey Erik de Suecia, llegó a Finlandia en una expedición militar con el objetivo de difundir el cristianismo.
«El propósito de lo que se ha dado en llamar en Finlandia la Primera Cruzada era consolidar la posición de nuestro país como la parte oriental del Reino de Suecia, así como establecer la influencia de la Iglesia católica en la región», afirma Marko Tervaportti, responsable del Departamento de Comunicación de la Iglesia católica en Finlandia. Después de esta expedición, «el rey regresó a Suecia, mientras que Enrique se quedó como obispo de Upsala para dirigir a la Iglesia en el país», cuenta Tervaportti.
Los versos de la Leyenda de san Enrique destacan que, durante los años siguientes, el obispo se dedicó a predicar el Evangelio, realizando múltiples milagros con los que Dios confirmaba sus palabras. Aunque no fue el introductor del cristianismo en esta zona, sí fue el primero que logró consagrar un clero local que continuara la evangelización tras su partida.
«El beato Enrique, que se creía designado desde arriba para ser cuidador y guardián de la viña del Señor, permaneció audazmente en aquellas regiones para fortalecer los retoños de los recién convertidos con el bautismo de la doctrina celestial», asegura el poema. Poco duró aquella misión, pues la leyenda dice que al año siguiente quiso disciplinar a un asesino postergando la absolución durante algún tiempo, «de modo que la excesiva facilidad del perdón no fuera un incentivo para caer de nuevo». Pero entonces aquel hombre «despreció esta medicina de salvación y odió a quien lo reprendía sanamente, atacando al obispo y matándolo cruelmente».
«He matado un oso»
A la cultura popular finlandesa ha pasado otra versión de la historia, más detallada, que tiene como protagonista a un campesino llamado Lalli, un pagano que se resistía a los intentos de Enrique de catequizar a su familia. Un día, en su ausencia, el obispo llegó hasta su casa para hablar con su mujer y sus hijos, pero, al enterarse a su vuelta, el padre de familia montó en cólera. No ayudó que la mujer se quejara además de que el clérigo hubiera estado en su casa y no hubiese pagado ni la comida ni la bebida, ni tampoco el pienso para su caballo. Entonces Lalli persiguió a Enrique por el bosque hasta que lo encontró, teniendo este que adentrarse en el lago Köyliönjärvi. Hasta allí le siguió Lalli, que en un determinado momento sacó un hacha y le cortó primero la cabeza y luego un dedo para robarle el anillo.
La historia cuenta que el asesino se puso entonces el sombrero del prelado y de esa guisa se volvió a su casa jactándose de que había «matado un oso» y riéndose de la suerte de su víctima. Lo que pasó después es que al, intentar quitarse el sombrero no pudo, teniendo que hacer tanta fuerza que se arrancó buena parte del pelo. La leyenda revela que a la muerte del santo siguieron otros signos menos truculentos, como los de varios muertos que volvieron a la vida y otros enfermos que recuperaron la salud.
«La veneración de su memoria se extendió rápidamente, inspirando la construcción de más de 100 iglesias de piedra en Finlandia en pocos años», cuenta Marko Tervaportti. Con el tiempo, san Enrique también se convirtió «en una figura unificadora para el pueblo finlandés a nivel nacional», siendo venerado «más allá de las fronteras denominacionales». En este sentido, el responsable de comunicación de la Iglesia católica en Finlandia menciona que el templo principal de la Iglesia luterana ha acogido ocasionalmente varias Misas católicas en los últimos años, e incluso la consagración de un obispo católico en 2009, «lo cual quizás puede ser considerado parte del legado ecuménico de san Enrique para nuestro país».

El campesino que mató a san Enrique es una figura muy conocida en el folclore finlandés, y en la actualidad es considerado como un icono de la rebelión del librepensamiento frente a las coacciones de las autoridades. Hace unos años, la serie de televisión Grandes finlandeses situó a Lalli en el puesto número 14 de los compatriotas más relevantes de la historia nacional.