El gozo del encuentro - Alfa y Omega

El gozo del encuentro

Alfa y Omega
‘Cristo y la samaritana’ (detalle), de Duccio di Buoninsegna. Museo Thyssen, Madrid

«Qué cosa! ¡Si a esta mujer le ha pasado lo mismo que a mí!», le dijo al compañero de clase, hace pocos meses, una joven estudiante tras leer el pasaje de la Samaritana, del evangelio de San Juan. Unos días antes, se había acercado a él viendo que era distinto de los demás, amable, servicial y, sobre todo, siempre estaba alegre. Enseguida supo que era cristiano. Ella nunca había oído hablar de Jesús, y le dijo que quería saber de Él. El chico le dejó un libro de los evangelios, y al día siguiente fue corriendo a contarle su descubrimiento de la Samaritana. No era un comentario a una lectura interesante. Era la expresión de un alma tocada en su mismo centro.

«Para transmitir un contenido meramente doctrinal, una idea –leemos en Lumen fidei, la primera encíclica del pontificado del Papa Francisco–, quizás sería suficiente un libro, o la reproducción de un mensaje oral. Pero lo que se comunica en la Iglesia es la luz nueva que nace del encuentro con el Dios vivo, una luz que toca la persona en su centro, en el corazón, implicando su mente, su voluntad y su afectividad, abriéndola a relaciones vivas en la comunión con Dios y con los otros». ¿Cabe comunicación más indispensable para la vida que ésta? De ésta, naturalmente, es de la que habla el Papa en su Mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales de este año, una comunicación al servicio de una auténtica cultura del encuentro, y no un encuentro cualquiera, que no toca el centro de la persona, sino de ese encuentro como el de la Samaritana, que así describe Benedicto XVI ya en las primeras líneas de su primera encíclica: «No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva».

En la Exhortación Evangelii gaudium, el Papa Francisco pone también su mirada en este hondo significado del encuentro: «Sólo gracias a ese encuentro —o reencuentro— con el amor de Dios, que se convierte en feliz amistad, somos rescatados de nuestra conciencia aislada y de la autorreferencialidad. Llegamos a ser plenamente humanos cuando somos más que humanos, cuando le permitimos a Dios que nos lleve más allá de nosotros mismos para alcanzar nuestro ser más verdadero». Es el leitmotiv de la Exhortación, ya desde su mismo inicio: «La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús». Sí, el corazón y la vida entera. Lo pone bien de manifiesto, al comienzo de esta misma semana, una joven que sufre una grave enfermedad de parálisis progresiva, a la que le dicen sus amigos que van a rezar para que se cure. «Si recobrara la salud -les respondió ella- pero no tuviera la fe que llena de luz el sentido de mi vida, entonces no quiero la salud». He aquí la auténtica cultura del encuentro de la que nos habla el Papa.

«Los medios de comunicación pueden ayudar a que nos sintamos más cercanos los unos de los otros», y en concreto «Internet puede ofrecer mayores posibilidades de encuentro y de solidaridad entre todos; y esto es algo bueno, es un don de Dios», dice el Papa en su Mensaje. Pero a renglón seguido dice que «es posible encerrarse en una esfera hecha de informaciones que sólo correspondan a nuestras expectativas e ideas, o incluso a determinados intereses políticos y económicos». Por eso añade: «El mundo de la comunicación puede ayudarnos a crecer o, por el contrario, a desorientarnos… No basta pasar por las calles digitales, simplemente estar conectados: es necesario que la conexión vaya acompañada de un verdadero encuentro», justamente el que toca el corazón mismo de la persona, y la pone en movimiento, como a la joven estudiante, o a la muchacha enferma, que se evocan en este comentario. De este modo, hasta «la red digital puede ser un lugar rico en humanidad: no una red de cables, sino de personas humanas», y añade sabiamente el Papa que «la neutralidad de los medios es aparente: sólo quien comunica poniéndose en juego a sí mismo puede representar un punto de referencia». Porque allí está el Señor.

Sí, es Él, subraya Benedicto XVI en la encíclica Deus caritas est, el que «siempre viene a nuestro encuentro a través de los hombres en los que Él se refleja», como el joven estudiante que no necesita hacer discursos, sino que vive el gozo del Evangelio de los que se encuentran con Jesús, y lo demás se da por añadidura. Lo dice así también el Papa Francisco antes de concluir su Mensaje: «No se ofrece un testimonio cristiano bombardeando mensajes religiosos, sino con la voluntad de donarse a los demás a través —en palabras del Mensaje de su predecesor para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales de 2013— de la disponibilidad para responder pacientemente y con respeto a sus preguntas y sus dudas en el camino de búsqueda de la verdad y del sentido de la existencia humana». Verdad y sentido que únicamente brotan, llenando la vida de luz y de gozo, del encuentro con Jesús.