18 de junio: san Gregorio Barbarigo, el cardenal que nunca quiso ser elegido Papa
Cuando la política le desilusionó, el diplomático veneciano se quiso retirar a una ermita. Pero el que sería el Santo Padre Alejandro VII le convenció para ser sacerdote. Estuvo al lado de los enfermos de peste y aplicó las indicaciones de Trento
El que siendo ya sacerdote se encargaría de aliviar el sufrimiento de los habitantes de Roma cuando una epidemia de peste asoló la ciudad, perdió él mismo a su madre por la misma enfermedad cuando solo tenía 2 años. Gregorio Barbarigo nació en Venecia en 1625. Era pariente nada menos que de tres cardenales de la Iglesia católica que llevaron su mismo apellido. Cuando tenía 18 años su padre, senador de la República de Venecia, le mandó acompañar como secretario al embajador veneciano Aloise Contarini a Münster (actual Alemania), con motivo de las negociaciones preparatorias para la Paz de Westfalia, que se firmó cinco años después y puso así fin a la guerra de los Treinta Años.
En Münster conoció al arzobispo Fabio Chigi, nuncio en Colonia y participante en aquellas negociaciones, que se convirtió en un fiel compañero para el resto de su vida. Con el tiempo, cuando Barbarigo padeció las habituales desilusiones de la carrera política, acudió a su amigo para desahogarse y recibir consejo. Él quería dejarlo todo y hacerse ermitaño en algún lugar remoto. Pero el arzobispo lo convenció para, en vez de esto, abrazar la vida eclesiástica. Así, en diciembre de 1655 recibió la ordenación sacerdotal. A los pocos meses partió hacia Roma a ponerse al servicio de Chigi, que para aquel entonces había sido elegido Papa con el nombre de Alejandro VII.
Con los apestados de Roma
En mayo de 1656, la peste bubónica estalló en Roma. Durante algo más de un año se cebó en los más débiles. El Papa se encontraba entonces en Castel Gandolfo, pero decidió regresar a la Ciudad Eterna para estar con sus fieles. Allí, muchos le vieron recorriendo a pie sus calles, consolando a unos en sus pérdidas y animando a otros en sus esfuerzos por sobrevivir. Junto a él caminaba Gregorio Barbarigo, a quien Chigi eligió para organizar las tareas de apoyo a la población, con el Trastévere como centro de operaciones.
Cuando todo pasó, el Papa le nombró obispo de Bérgamo, donde el santo entró anunciando que «no tengo más programa que este: Evangelio, vida, gracia, caridad fraterna». También pidió que se donase a los pobres el dinero destinado a la fiesta de su recepción. Él mismo dio ejemplo vendiendo sus propios bienes, a imitación de san Carlos Borromeo, el cardenal italiano que había sido canonizado algunos años antes. También, al igual que Borromeo, Barbarigo se propuso llevar a cabo las directrices del Concilio de Trento en su diócesis. En los apenas seis años que estuvo allí, visitó todas y cada una de las 279 parroquias. Su celo por evangelizar era tan notorio que en 1660 el Papa le creó cardenal de la Iglesia católica.
- 1625: nace en Venecia
- 1655: es ordenado sacerdote
- 1656: socorre a las víctimas de la peste en Roma/li>
- 1657: es nombrado obispo de Bérgamo
- 1664: accede a la sede de Padua
- 1697: muere en Padua
- 1960: es canonizado por Juan XXIII
En 1664 fue nombrado obispo de Padua, donde se aplicó con más esfuerzo aún a la aplicación de los postulados de Trento, sobre todo en lo referente a la reforma y formación del clero. Rehabilitó un antiguo monasterio y creó un seminario con una nutrida biblioteca, al tiempo que formó a algunos seminaristas para irse de misioneros a Oriente. Decían de él que «come con los sirvientes y no deja de enseñar la doctrina cristiana, hacer misiones y asistir a los moribundos».
Como cardenal, Barbarigo participó en varios cónclaves. Según el obispo e historiador italiano Pío Paschini, «en el de 1676 algunos cardenales consideraron su elección papal, pero Barbarigo favoreció la candidatura de otro». En el de 1689 «parecía segura su elección», pero volvió a favorecer a otro: «Obtuvo 35 votos en una sola votación y habría sido elegido Papa si hubiera querido, pero no se empeñó». Regresó a Padua después de la elección de Inocencio XII y murió tan solo unos años después, en junio de 1697. Había dejado una profunda huella en todos los lugares por los que pasó.