150 años - Alfa y Omega

Estamos celebrando los 150 años de la basílica de Nuestra Señora de África, en Argel. Todo empezó siendo una iniciativa de dos jóvenes lavanderas del seminario menor de Argel, que, al terminar su trabajo, rezaban el rosario. Poco a poco, atrajeron a gran número de gente. Ahora es un hermoso santuario y parte del patrimonio cultural del país. El nombre fue inspirado por el santuario ceutí de Santa María de África. A todos maravilla la inscripción de 1872 que hay en el ábside central: «Nuestra Señora de África, reza por nosotros y por los musulmanes».

Los padre blancos cada día abrimos las puertas para acoger al que venga: turistas argelinos o extranjeros, estudiantes de Historia, Arquitectura o Ciencias Islámicas; quien viene buscando información sobre la fe cristiana, o quien busca un consejo. Los hay que piden ayuda, pues la COVID-19 ha empobrecido a mucha gente. Diariamente rezamos el rosario y celebramos Misa en francés, español, árabe o inglés. Todos sabemos que la cultura puede favorecer la coexistencia o insistir en una identidad excluyente. Nosotros queremos arraigar en Argelia una presencia cristiana que sea benéfica para todos a través de las actividades que organizamos: limpieza del barrio, conciertos de música, exposiciones, jornadas marianas islamocristianas, master class de órgano y canto, plantación de árboles, acogida de grupos escolares o de scouts. Una de las condiciones que imponemos a las embajadas que desean organizar un acto cultural en la basílica es que sea gratuito.

Siempre me gusta hablar del piano que un musulmán nos regaló a condición de que grabáramos un versículo del Corán y otro de la Biblia que hablaran de la unidad entre las personas, para que la música que juntos oyeran cristianos y musulmanes llegara también a las almas y las uniese.

Estamos planificando la reapertura de las actividades destinadas a los jóvenes del barrio, que tuvimos que anular a causa de la pandemia. Con la llegada de una comunidad de religiosas de Burkina Faso, deseamos ampliar nuestro proyecto a las mujeres (costura, alfabetización) y también alguna actividad destinada a personas con discapacidad, como síndrome de Down, alzhéimer o autismo, ya que no existe nada para esta población en los alrededores.

Todo esto no lo hacemos por esnobismo o porque el ambiente musulmán nos impida realizar otras muchas cosas. Amar al prójimo, cristiano o no, pensar en sus necesidades, no es ajeno a la tradición cristiana. El Papa Francisco nos lo ha recordado al decir en Fratelli tutti:«El amor implica algo más que una serie de acciones benéficas. El amor al otro, por ser quien es, nos mueve a buscar lo mejor para su vida. Solo en el cultivo de esta forma de relacionarnos haremos posibles la amistad social que no excluye a nadie y la fraternidad abierta a todos».