12 de diciembre: san Espiridón de Tremitunde, el pastor cojo y sin letras que deslumbró en Nicea - Alfa y Omega

12 de diciembre: san Espiridón de Tremitunde, el pastor cojo y sin letras que deslumbró en Nicea

En la isla de Corfú se conserva el cuerpo incorrupto de un simple pastor que, tras confesar a Cristo, hizo muchos milagros «para conseguir la conversión de la gente»

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
San Espiridón de Tremitunde. Techo del crucero de la iglesia ortodoxa serbia de San Espiridón (Trieste). Foto: Petar Milošević.

Católicos y ortodoxos compartimos la devoción por un gran santo que confesó a Cristo aun sin llegar a ser mártir. Fue en la persecución de Maximino Daya, muy poco antes del edicto de Constantino que cerró esta etapa gloriosa de la historia de la Iglesia. Espiridón era un simple pastor nacido en Chipre en el año 270 que había recibido la fe de sus padres. Hasta allí fueron los lacayos del emperador para detener a la comunidad de creyentes y, al encontrar a este humilde pastor sin más dedicación que su ganado, le sacaron el ojo derecho y le desjarretaron la pierna izquierda, además de obligarle al destierro, abandonando a la fuerza a su gente y a su tierra. Se cree que Espiridón encaminó sus pasos hacia el monte Carmelo, donde pasó ocho años junto a los ermitaños del lugar, hasta que pudo volver a su país.

La paz que trajo Constantino hizo que Espiridón volviera a su pueblo, donde se casó y tuvo una hija, pero su mujer falleció pronto y entonces el pueblo le eligió como obispo de Tremitunde, un pequeño territorio al norte de la isla.

A pesar de que Espiridón no es muy conocido entre los católicos, «es un santo muy querido y muy reverenciado para nosotros», asegura el archimandrita Demetrio, del arzobispado ortodoxo de España y Portugal, perteneciente al Patriarcado de Constantinopla. «Cada año atrae a muchísimos fieles que rezan frente a sus reliquias, por la santidad de su vida y también por los milagros grandísimos que realizó y que sigue realizando a día de hoy», añade.

Espiridón, a pesar de ser obispo, nunca dejó de ser pastor de cabras, y esa fue siempre su forma de ganarse la vida. «Siendo obispo iba caminando de un pueblo a otro para atender a las comunidades. Ni siquiera iba en un burro, pero a eso él no le daba importancia. Decía que para quien ha ido corriendo detrás de las ovejas esas caminatas eran un juego de niños», ríe Demetrio.

Este hombre sencillo, acompañó al resto de obispos chipriotas al Concilio de Nicea, donde se discutió sobre las doctrinas arrianas, muy extendidas entonces en la Iglesia. En una de aquellas disputas, un amigo de Arrio retó a los obispos a discutir sobre la Trinidad, pero las conversaciones no dejaban el plano de la mera dialéctica. Espiridón tomó entonces la palabra ante las dudas de sus compañeros, «porque sabían que era un buen pastor, pero no un buen teólogo», detalla Demetrio. El santo entonces sacó una teja y realizó el signo de la cruz, y de repente salió fuego hacia arriba y agua hacia abajo, y a Espiridón se le quedó algo de tierra entre las manos. Así deslumbró al arriano y le convenció de que en un mismo objeto puede haber tres elementos, en estrecho paralelismo con la Trinidad.

Milagros y conversiones

Este tipo de demostraciones del poder de Dios fueron algo común en la vida del santo. Curó a numerosos enfermos y expulsó los demonios de muchos. En el año 337, el emperador Constancio cayó enfermo y en un sueño vio a un obispo rezar por él hasta curarle. Al día siguiente mandó llamar a todos los obispos a su palacio, incluido nuestro santo, pero al llegar a las puertas los guardianes dudaron de su identidad, por vestir de manera tan pobre, como un simple pastor, y le abofetearon. Espiridón insistió hasta que al fin le dejaron pasar y Constancio pudo reconocer en él al obispo del sueño. El santo rezó por él y se curó, y al salir de allí una madre aprovechó su presencia para llevarle a su hijo, que acababa de morir, y él, después de orar, le arrancó esa gracia a Dios. La madre quedó tan impresionada que le dio un infarto y Espiridón tuvo que volver a pedir por su sanación.

En más de una ocasión rezó para abrir los cielos en mitad de una sequía, y una vez que un rico desatendió a un pobre que pasaba hambre, Espiridón consoló a este último diciéndole: «Mañana tú tendrás lo que necesitas y él se verá en la ruina». Esa noche cayó una tromba de agua tan fuerte que destruyó el granero del rico liberando todo el trigo acumulado, que llenó las calles del pueblo para que cada cual cogiera lo que quisiera.«Con todos esos milagros lo que perseguía Espiridón era la conversión de la gente», asegura el archimandrita Demetrio, que cuenta cómo unos ladrones entraron una noche a robar en la granja del santo: «se quedaron clavados en el suelo sin poder moverse, hasta que al día siguiente llegó Espiridón y se compadeció de ellos, bendiciéndolos y dándoles un cabrito a cada uno, con la petición de no volver a robar».

Desde de su muerte, en diciembre del año 348, sus reliquias permanecen incorruptas, su cuerpo desprende la temperatura de una persona viva y su piel se muestra intacta y flexible. Son multitudes las que se acercan a Corfú a venerarlo y pedirle favores, sobre todo los relacionados con los dolores de espalda y los negocios. Son atraídos, como cuenta Demetrio, «por la sencillez de su vida, la misericordia que tenía con todos, la ausencia de rencor hacia el que le hacía mal, y su actitud de usar los bienes que tenemos para hacer el bien».

Bio
  • 270: Nace en Asquia, Chipre. Pasa los primeros años de su vida cuidando el ganado de su familia
  • 312: Es mutilado durante la persecución de Maximino Daya
  • Hacia 320: Es elegido por el pueblo obispo de Tremitunde
  • 325: Participa en el Concilio de Nicea
  • 337: Cura al emperador Constancio de su enfermedad
  • 348: Muere en Chipre