26 de febrero: santa Paula Montal, la encajera que daba clases en un palomar - Alfa y Omega

26 de febrero: santa Paula Montal, la encajera que daba clases en un palomar

Cuando se quedó huérfana, la fundadora de las escolapias conoció a muchas niñas sin más salida que los talleres de costura y quiso darles una educación que les permitiera «vivir en plenitud su vida»

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Imagen de santa Paula Montal en Arenys de Mar, su localidad de nacimiento
Imagen de santa Paula Montal en Arenys de Mar, su localidad de nacimiento. Foto: Escolapias.

«Enseñan hasta geografía», llegó a decir el alcalde de Igualada al de Barcelona acerca de los métodos de las escolapias que fundó Paula Montal. Hoy sus innovaciones nos parecen algo normal, pero la santa supuso una auténtica revolución educativa en su época. Nacida en 1799 en Arenys de Mar (Barcelona), fue la hija mayor de una unión de dos personas muy creyentes que enviudaron antes de casarse de nuevo. El cabeza de familia era maestro cordelero, un oficio en boga en aquellos años. Pero su muerte cuando Paula tenía 10 años trajo estrecheces a la familia. La niña se puso a trabajar tejiendo encajes para ayudar a su madre a mantener a sus cuatro hermanos menores, aunque eso no la apartó de llevar, con el tiempo, una intensa actividad en su parroquia como catequista.

Paula padeció en sus propias carnes la situación a la que estaban relegadas por entonces las mujeres, para las que no se consideraba necesaria ni siquiera una educación mínima básica. En contacto con todas aquellas chicas que conoció en la parroquia y en los talleres de costura, se dio cuenta de la necesidad de trabajar por aumentar su nivel educativo. Así, en 1829 vislumbró la posibilidad de empezar a dar clase a algunas muchachas en Figueras y no la desaprovechó. Con solo 40 reales en el bolsillo y acompañada de una amiga, habilitó una clase en lo que era un palomar. Su llegada revolucionó el panorama educativo de la ciudad y, al año siguiente, debido a la avalancha de solicitudes, tuvieron que trasladarse a una casa amplia.

Allí, Montal y las amigas que se le iban uniendo empezaron a enseñar a las chicas a leer y a escribir, además de darles clases de aritmética, historia, dibujo e idiomas. Si tradicionalmente las asignaturas solían ser todas impartidas por una sola maestra, Montal fue una avanzada al dotar a cada materia de una profesora especializada. Además, tenía como lema «salvar a las familias enseñando a las niñas el santo temor de Dios», por lo que se preocupaba especialmente de la formación religiosa y espiritual de sus alumnas. Años más tarde escribió personalmente al mismo Papa y obtuvo su permiso para instalar un oratorio en sus centros.

«A un amplio y diversificado programa de contenidos unió la potencia de la educación cristiana, que además de los valores humanos añade la referencia explícita a la trascendencia», afirma la religiosa Elena de Francisco, de la comunidad de escolapias Santa Eulalia. Lo que hizo la santa fue crear «un nuevo modo de vivir y de educar en la Iglesia, instaurando un proyecto educativo femenino innovador», añade.

Bio
  • 1799: Nace en Arenys de Mar
  • 1829: Comienza a dar clase en un palomar en Figueras
  • 1847: Profesa como escolapia junto a sus primeras compañeras
  • 1860: Su instituto obtiene la aprobación pontificia
  • 1889: Muere en Montserrat
  • 2001: Es canonizada por san Juan Pablo II

Poco tiempo después de su primera fundación, Paula entró en contacto con los padres escolapios de Mataró y se enamoró de su carisma. Bajo la dirección de los religiosos, ella y sus compañeras comenzaron a vestir un sencillo hábito y empezaron a llamarse Hijas de María. Pretendían trasladar a su vida y a su trabajo la espiritualidad de san José de Calasanz y adoptar para su obra su mismo objetivo de dar a sus alumnas «piedad y letras». Este proceso culminó en 1847 con Montal y las tres primeras hermanas profesando como religiosas escolapias.

Los años siguientes fueron un continuo abrir nuevos colegios, a un ritmo de casi un centro por año. En 1860, las escolapias se convirtieron en el primer instituto femenino español del siglo XIX que obtuvo la aprobación pontificia, un aval que confirmó cinco años después la misma reina Isabel II dando a su obra la aprobación civil.

Los últimos 30 años de su vida los pasó en la fundación que llevó a cabo en Montserrat en 1859. Allí, a los pies del monasterio de la Moreneta, subía a menudo a pasar un rato a solas con la Virgen, mientras por sus centros no paraban de pasar muchachas y muchachas de toda España. Finalmente, en febrero de 1889 comenzó a sentirse enferma y ya no pudo levantarse. En la tarde del día 26, con la vista fija en un punto invisible para los que la rodeaban, musitó: «Mare, Mare meva» y entregó su vida.

«Su acierto fue comprender la labor clave de la mujer como madre y esposa» y dotarla de «una valoración nueva de su identidad» para hacerla capaz de vivir en plenitud su vida y su misión en la familia, en la sociedad y en la Iglesia», concluye Elena de Francisco.