La Virgen del Puerto: de la venta de melones a la pastoral familiar - Alfa y Omega

La Virgen del Puerto: de la venta de melones a la pastoral familiar

Más de 200 años después de su construcción, la ermita de la Virgen del Puerto es uno de los enclaves preferidos de las parejas para casarse. «Tenemos 60 bodas anuales», dice su rector

Redacción
La Virgen del Puerto en procesión delante de la ermita
La Virgen del Puerto en procesión delante de la ermita. Foto: Ermita de la Virgen del Puerto.

Hoy la ermita de la Virgen del Puerto está incrustada en pleno Madrid Río, a orillas de un renaturalizado Manzanares que hace las delicias de los numerosos vecinos y turistas que pasean por su cuidado entorno, repleto de flores, cualquier día de primavera. En otro tiempo, sin embargo, en los alrededores de este icónico lugar de culto de la capital predominaban los hierbajos, el polvo y la «venta ambulante de melones y sandías», lo que hizo que, con el tiempo, la talla empezara a conocerse coloquialmente como «la Virgen de la melonera», explica Juan Pedro Ortuño, actual rector del templo, que se terminó de construir un 8 de septiembre de 1818. La ermita se inauguró dos días después, el 10 de septiembre del mismo año.

Melones benéficos

Un 8 de septiembre, pero de 2024, el lugar acogió una Misa en la fiesta de la Natividad de la Virgen María, patrona del distrito de Arganzuela. La Eucaristía fue presidida por el arzobispo de Madrid, cardenal José Cobo, quien al finalizar bendijo unos melones «que serán subastados con un fin benéfico para los desfavorecidos de la zona», explica Ortuño a este semanario. Un gesto de caridad que no solo conecta con su pasado, sino también con su origen. La ermita fue construida, bajo el impulso de Francisco Antonio de Salcedo y Aguirre —marqués de Vadillo—, para atender las necesidades espirituales de las lavanderas que acudían al río Manzanares. «Así tenían un lugar de culto cerca de su entorno de trabajo». Pero también se planteó «levantar un hospicio para huérfanos».

Con el tiempo, la ermita, que incluso en 1941, tras la Guerra Civil, llegó a estar en ruinas, ha ido evolucionando. De la pastoral social pasó a la matrimonial. «Las mujeres acudían ante la Virgen de la Florida para buscar novio y, una vez que lo conseguían, venían a la Virgen del Puerto a pedir que les fuera bien en el matrimonio», resume el rector. Precisamente, hace diez años se recuperó la pastoral matrimonial. «Ahora organizamos cursillos de matrimonio y tenemos 60 bodas anuales. Además, tratamos de hacer un seguimiento de las personas que se han casado aquí», afirma Ortuño.

Boda, bautizo y comunión

Es el caso de Víctor e Iris. Contrajeron matrimonio en la ermita el 21 de diciembre de 2019 después de una historia familiar marcada por la devoción a esta talla. «Mi abuelo fundó la cofradía de la ermita junto con otros fieles», rememora Iris. De hecho, «él, al igual que mi padre y mi abuela, es de Plasencia», puntualiza. Cabe destacar que la leyenda popular sitúa a la talla de la Virgen del Puerto en Lisboa. Fueron unos caballeros cristianos, quienes, huyendo de los musulmanes, trasladaron la imagen hasta Plasencia, donde la escondieron para evitar que fuera ultrajada. No fue hasta finales del siglo XVII cuando se descubrió la pieza devocional. La encontró un pastor y, en el lugar, se decidió construir una ermita. Cuando el marqués de Vadillo fue nombrado corregidor de Plasencia se hizo devoto de la imagen y, cuando fue designado para el mismo cargo pero en Madrid, mandó construir una ermita dedicada a la Virgen del Puerto.

Víctor e Iris el día de su boda en la ermita
Víctor e Iris el día de su boda en la ermita. Foto cedida por Víctor e Iris.

La historia continúa con Víctor e Iris. Allí ella, y cuatro de sus hermanos, hicieron la Primera Comunión. «También bautizamos a nuestro hijo Víctor», y la familia acude a rezar ante la melonera cuando las ocupaciones diarias se lo permiten. «Nos gusta mucho porque es una Virgen diferente, con un aire muy familiar. Está dando el pecho al Niño Jesús, de forma muy natural y maternal», concluye Iris, quien destaca, por último, el enclave: «Nos gusta mucho la zona y cómo reconstruyeron la ermita. Es muy agradable».