El 15 de agosto de 2015 se cumplirán 200 años del nacimiento de san Juan Bosco, fundador de los salesianos, que dio origen a la Familia Salesiana, un amplio movimiento en la Iglesia de congregaciones religiosas, grupos de seglares, que inspirados por él y con su espíritu trabajan en más de 130 países en la evangelización y educación de los jóvenes.
El bicentenario del nacimiento de Don Bosco, como lo llamamos familiarmente, es una fecha señalada para la Iglesia y, especialmente, para la Familia Salesiana. Iniciamos un año rico de gratitud y de promesas. Gratitud por una historia, por una llamada, por un carisma, por una persona. Gratitud por los 200 años de vida de Don Bosco, por la elección de Dios y la respuesta generosa de Juan, por un carisma todo de los jóvenes y lleno de vida multiplicada en el mundo; gratitud por Don Bosco mismo y toda su riqueza ofrecida a la Iglesia y a la sociedad en estos dos siglos de Historia.
Promesas que son deseos de vivir en profundidad y fidelidad creativa el legado de Don Bosco, esperanzas de formar jóvenes misioneros de otros jóvenes; promesas que se traducen en compromiso educativo y evangelizador con los niños, niñas y jóvenes que están en nuestras casas.
Desde muy pequeña, entró Don Bosco en mi vida y se ha hecho parte de mi propia historia. Educada en un colegio de salesianas, Juanito pasó a ser alguien conocido y cercano para mí. Pronto me cautivó su vida, su forma de estar entre los jóvenes… en definitiva, su estilo educativo que yo veía encarnado en mis educadoras. Me sentí parte del ambiente, fui descubriendo la hondura de su vida fundamentada en Dios y el empeño por anunciar a los jóvenes la Buena Noticia de Jesús.
He aprendido mucho de él y sigue vivo en mí el deseo de seguir aprendiendo aún más. El acercamiento a su historia, pedagogía y espiritualidad me han aportado múltiples elementos de reflexión y aprendizaje como persona y como educadora. Hay una intuición de Don Bosco que es para mí particularmente significativa: la presencia entre los jóvenes.
Una presencia que es familiaridad, cordialidad y cariño expresado. «Que los jóvenes no sean solamente amados, sino que se den cuenta que se les ama». Estar entre los niños y jóvenes para prevenir, orientar y acompañar… es el modo de ser educadora; son los jóvenes quienes me han hecho salesiana.
Don Bosco consideró siempre que las experiencias de la vida eran posibilidades para aprender cada vez más. Ser humilde hizo que cada experiencia le enseñara algo. Ésta fue la actitud y el camino recorrido por Don Bosco a lo largo de su vida y que yo intento recorrer con él.
No puedo hablar de él sin mencionar a María Mazzarello, cofundadora de las Hijas de María Auxiliadora. El mismo Espíritu que mueve a Juan Bosco a dedicarse a la juventud, mueve también a María y la conduce por un camino paralelo, dotándola de una sensibilidad educativa muy similar, para poder completar un día su misión de salvar a la juventud pobre y necesitada. Dos expresiones de un único proyecto de educación cristiana de la juventud.
María Paz Castillo
Hija de María Auxiliadora