«Un joven alegre es difícil de manipular»
Crucifícalo es el grito del poderoso y del fariseo a incomodados por el entusiasmo popular por Jesús, dice el Papa al celebrar la Misa del Domingo de Ramos
Crucifícalo «es el grito del que no tiene problema en buscar los medios para hacerse más fuerte y silenciar las voces disonantes. Es el grito que nace de trucar la realidad y pintarla de manera tal que termina desfigurando el rostro de Jesús y lo convierte en un malhechor», aseguró el Papa al oficiar la Misa del Domingo de Ramos en la Plaza de San Pedro, en la que ha bendecido las palmas y las ramas de olivos.
El grito del «sálvate a ti mismo» –prosiguió– quiere «adormecer la solidaridad» y «apagar los ideales, insensibilizar la mirada…» Un grito que «quiere borrar la compasión».
«Crucifícalo, crucifícalo», añadió, no es «un grito espontáneo», sino el grito «armado, producido, que se forma con el desprestigio, la calumnia, cuando se levanta falso testimonio».
Las palmas y el entusiasmo popular a la entrada de Jesús en Jerusalén «resultan incómodos y se transforma en sinrazón escandalosa para aquellos que se consideran a sí mismos justos y ‘fieles’ a la ley y a los preceptos rituales», un fenómeno que se repite de varias formas a lo largo de la historia.
Por eso, el «¡crucifícalo!» es una maniobra de intoxicación de los poderosos para silenciar «la fiesta del pueblo, derribando la esperanza, matando los sueños, suprimiendo la alegría; así se termina blindando el corazón, enfriando la caridad».
«Es la voz del que quiere defender la propia posición desacreditando especialmente a quien no puede defenderse. Es el grito fabricado por la ‘tramoya’ de la autosuficiencia, el orgullo y la soberbia que afirma sin problemas: ”Crucifícalo, crucifícalo”».
Frente a esa actitud, el Papa animó a mirar hacia la Cruz para «dejar cuestionar nuestra sensibilidad ante el que está pasando o viviendo un momento de dificultad. ¿Qué mira nuestro corazón? ¿Jesucristo sigue siendo motivo de alegría?», preguntó. «En su cruz hemos sido salvados para que nadie apague la alegría del evangelio; para que nadie, en la situación que se encuentre, quede lejos de la mirada misericordiosa del Padre».
Un selfie con los jóvenes
Ante más de 40 mil personas procedentes de todo el mundo para celebrar la Semana Santa en Roma, reunidas en una plaza de San Pedro llena de palmas y flores, Francisco se dirigió especialmente a los jóvenes y les animó a estar siempre alegres.
«Queridos jóvenes, la alegría que Jesús despierta en ustedes es motivo de enojo e irritación en manos de algunos, pues un joven alegre es difícil de manipular», dijo.
Por ello, Francisco les pidió que no se dejen «anestesiar ni adormecer», y les recordó la respuesta de Jesús «a los fariseos de ayer y de todos los tiempos» que pedían silencio a sus discípulos y seguidores: «Si ellos callaran, gritarán las piedras».
«Si nosotros los mayores y los dirigentes callamos. Si el mundo calla y pierde alegría, ¿ustedes gritarán?», les preguntó el Pontífice, obteniendo un sí como respuesta. «Por favor, ¡decídanse antes de que griten las piedras!», remachó sin embargo Francisco.
Al término de la Misa, doce representantes de los 300 jóvenes que han participado en el con el Papa en un encuentro del Sínodo de Obispos le entregaron el documento final elaborado junto a las aportaciones de unos 15.000 chicos y chicas de todo el mundo que han enviado sus propuestas a través de las redes sociales.
Antes de despedirse, estos jóvenes se hicieron selfies con el Papa, quien comentó: «Hoy no se puede concebir un joven sin un selfie, ¿verdad?».