«Yo, venezolano en España, no estoy solo»
La Divina Pastora, muy querida en Venezuela, recorre por primera vez las calles de Madrid con la asistencia de más de 2.000 personas
Cada 14 de enero, Barquisimeto (al oeste de Caracas, en Venezuela) acoge una multitudinaria procesión en honor a la Divina Pastora. La imagen es llevada desde su santuario de Santa Rosa hasta la capital del estado de Lara y, a su vuelta, va pasando por distintos lugares de culto. Llegó allí en el siglo XVIII de la mano de frailes capuchinos, que pensaron que «era más fácil entrar a través de una imagen de María con estilo pastoril», como cuenta el sacerdote barquisimetano Eduardo Angulo, afincado desde hace cinco años en España.
Fueron tres los prodigios sobre los que se asentó y acrecentó la devoción, según detalla el ahora vicario parroquial de Santa Elena, en Madrid. El primero fue que la talla iba dirigida a la ciudad de Barquisimeto, pero su urna se extravió y acabó en Santa Rosa, un pueblo a las afueras —ya integrado en la ciudad—, de donde no se pudo mover porque cada vez que lo intentaban se volvía más pesada. «La Virgen quería quedarse». El segundo se produjo en 1812, cuando la imagen de la Divina Pastora y su altar quedaron intactos durante un terremoto que devastó su santuario. Y el tercero, en 1836, dio origen a la procesión. Para acabar con el cólera que asoló el país, un sacerdote le pidió a la Virgen que cesara la epidemia y que él fuera la última víctima. «Y ocurrió el milagro». En agradecimiento, los lugareños la llevaron en procesión a la ciudad y, desde entonces, «cada 14 de enero recordamos aquel prodigio» en un evento mariano que únicamente se interrumpió por la pandemia de la COVID-19 y que, en volumen de gente, solo está por detrás de las peregrinaciones a Guadalupe (México) y Fátima (Portugal). Como explica Angulo, este año el pueblo estaba expectante: «La Divina Pastora no es una imagen, es presencia de María».
Devotos agradecidos
Fruto de esta devoción tan arraigada, a España se trajo una réplica que procesionó por primera vez en Madrid el pasado sábado, 14 de enero, con la asistencia de más de 2.000 personas. «Aquí hay muchos venezolanos [de hecho, son actualmente la población iberoamericana más numerosa en la capital], y barquisimetanos», afirma el sacerdote.
La marcha partió de la parroquia Santa Bárbara, que cedió el templo ante las previsiones de participación masiva, y recorrió, entre otras, las calles General Castaños, Barquillo, Fernando VI, Génova y Zurbano. Desde Venezuela se siguió con conexiones en directo y una amplia cobertura en medios regionales. Fueron casi dos kilómetros de recorrido alegre y festivo en el que no faltaron ni el rezo del rosario meditado ni los cánticos a la Virgen, intercalados por entusiastas «¡Viva España!, ¡viva Venezuela!, ¡viva la Iglesia». A esta última se refirió Juan Antonio Martínez Camino, SJ, obispo auxiliar de Madrid, al término de la procesión, durante la Misa en la parroquia San Juan de la Cruz: «Os invito a no perder la esperanza; la Virgen os lleva en el regazo. Mirad siempre a María, que es Madre de la Iglesia, y todos somos Iglesia».
Angulo explica que, «aunque estamos fuera del país, tratamos de mantener la comunión con la Iglesia venezolana». Por eso, la liturgia era la misma que allí y la imagen que procesionó iba vestida exactamente igual que la originaria. La talla, de 1,5 metros, está articulada y tiene pelo natural, donado por personas con cáncer. Va sentada en un trono con porte de reina y tiene en sus brazos al Niño Jesús. A sus pies —calza como una mujer, talla 35-36— se sitúan dos ovejas. Como el cabello, todo lo que lleva la Divina Pastora de Madrid ha sido ofrecido por devotos en agradecimiento por favores concedidos. Muchos son los matrimonios que le piden un hijo y que acuden a darle gracias cuando nace. Porque Ella es, ante todo, Madre, y por eso «yo, venezolano en España, no estoy solo», resume Angulo. El sacerdote traslada lo que muchos de los fieles que llenaron las calles llevaban en el corazón: «Madre mía, yo estoy aquí, cuida a mi familia allá, ayúdame a mí para poder ayudarlos. Me obligaron a salir de mi país y bendita España que me permite trabajar; dame fuerzas, estoy aquí solo, para ayudar a mi familia. ¡Cuida de los míos!».