Wojtyla, madre Teresa y Ratzinger, tres gigantes espirituales invitados a una vigilia
Una memorable vigilia de oración por las vocaciones sacerdotales y religiosas se celebró en Friburgo (Alemania) en la noche del 16 al 17 de septiembre de 1978. Tuvo lugar en el marco del 85 Congreso Católico Alemán (Katholikentag) y asistieron varios miles de jóvenes.
La vigilia tenía como lema La llamada de Dios-nuestro camino. Estaban invitados a tomar la palabra el cardenal Joseph Ratzinger, arzobispo de Munich, la madre Teresa de Calcuta, hoy santa canonizada, y el cardenal Karol Wojtyla, entonces arzobispo de Cracovia y hoy también santo canonizado. Al final el cardenal Wojtyla no pudo asistir y estuvo representado por el obispo polaco Jerzy Stroba. Pero envió un mensaje con el título Queremos ayudar a esclarecer el misterio del hombre. Reflexiones sobre el sacerdocio. El mensaje fue publicado en un pequeño folleto con las otras intervenciones, también registradas en un casete adjunto. La intervención de madre Teresa lleva por título: La llamada se dirige a vosotros y a mí.
Estaba yo preparando un libro sobre el sacerdocio en la vida y teología de Ratzinger. Sabía de la existencia de este folleto y andaba buscándolo. Tuve la fortuna de encontrarlo en una librería de libros antiguos en Alemania. La intervención aparece con el título: Lo que me lleva adelante en los 27 años que soy sacerdote. Es una transcripción literal de su intervención oral sin texto previo. Tiene la ventaja de la comunicación espontánea e inmediata ante una audiencia numerosa y joven. Y nos permite asomarnos a los movimientos primeros del corazón sacerdotal de Ratzinger y, a través de su mirada sacerdotal, a los movimientos más hondos del corazón humano.
En esa intervención, sobre todo escuchada en el casete, nos topamos con un Ratzinger en cierto modo desconocido. Estamos acostumbrados a su maestría literaria, su claridad expositiva y su vigor de pensamiento. Y ahora, cuando trata de expresar ante un público numeroso lo que le lleva adelante en los 27 años de sacerdote, parece como que se repite, balbucea y construye frases largas y barrocas. Se topa con un misterio que le afecta en lo más íntimo, le envuelve, lo desborda.
Un Ratzinger desconocido, pero como siempre gran predicador y no menos convincente y luminoso que otras veces. Nos ofrece un testimonio henchido de sentido teológico, biográfico y pastoral. Sintetiza su pensamiento y, al mismo tiempo, su experiencia sacerdotal, que ha descrito en numerosos ensayos y relatos autobiográficos. Y, a ejemplo del Buen Pastor, lleva como de la mano a los oyentes o lectores hacia la Iglesia como patria del corazón y hacia el sacramento o ministerio ordenado como servicio a la alegría de los creyentes.
He leído y releído el texto. Me ha hecho bien y me ha dado luz. No está incluido en el volumen sobre el sacerdocio de sus obras completas ni en otras publicaciones de sus escritos sacerdotales. He pensado, por ello, que convenía traducirlo y darlo a conocer para que pueda hacer bien e iluminar también a otros. Agradezco a Alfa y Omega que lo haya acogido.