Misiones de verano: «La pandemia me despertó la necesidad de ayudar»

Vuelven las misiones de verano: «La pandemia me despertó la necesidad de ayudar»

Valencia, Lérida y Alcalá de Henares retoman las experiencias misioneras a pesar de la COVID-19. El primer grupo, de Valencia, pasó julio en República Dominicana

María Martínez López
Misiones de verano en República Dominicana
Ignacio con unas muchachas en San Juan. Foto: Ignacio Mora

Después de que la pandemia hiciera imposible organizar misiones de verano el año pasado, algunos valientes han desafiado a una situación todavía incierta este año para dedicar su verano a anunciar el Evangelio y ayudar a los demás en otras latitudes. La diócesis con mayor iniciativa ha sido Valencia, que ha organizado nada menos que cinco grupos para cuatro países distintos: República Dominicana, donde un grupo está pasando julio y otro irá en agosto; y además Perú, donde viajarán algunos seminaristas; Mozambique y Honduras.

La diócesis de Lérida enviará a seis misioneros a Esquipulas, en Guatemala, donde vive de forma permanente un misionero diocesano. Y, por último, un grupo de más de 20 jóvenes de Alcalá de Henares viajará a Guayaquil, en Ecuador.

Ignacio Mora es uno de los integrantes de la avanzadilla de Valencia en República Dominicana. En concreto, él y sus compañeros llegaron el 29 de junio a la provincia de San Juan de la Maguana, en el distrito de Sabaneta, donde permanecerán hasta el 7 de agosto. Originario de Torrent, esta experiencia misionera corta es el primer paso en un itinerario que espera que le lleve a ser misionero laico a tiempo completo.

«Lo tenía todo, pero me faltaba algo»

Desde su infancia, Ignacio había estado implicado en la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción: pastoral juvenil, logística, acolitado… También ha atendido a inmigrantes en el Círculo Católico.

Sin embargo, en un momento dado «empezaron a surgirme inquietudes por la dedicación plena a los demás a través de la Iglesia». Sentía que «lo tenía todo, pero me faltaba algo». Después de conocer Obras Misionales Pontificias y sus proyectos de pastoral misionera, «decidí dejar toda mi vida atrás: mi profesión, mis estudios, mi familia, para ponerme en manos de Dios».

Tras un largo y difícil discernimiento, dijo que sí en septiembre de 2020, durante unos ejercicios espirituales. La misión de San Juan es el primer paso de su itinerario como misionero; una experiencia «intensa y enriquecedora» en la que ya ha podido comprobar que «entregarse compensa, y Cristo es nuestro compromiso».

Un antes y un después

Entre sus compañeros está Salvador Morant. Tomó la decisión de aventurarse a viajar este verano cuando «unos conocidos me hablaron de vivir una experiencia misionera». Pero, al igual que Nacho, ya antes se encontraba en búsqueda. Voluntario de Cáritas y de Cruz Roja, cuenta que dejó su trabajo para poder entregarse de forma más completa a ayudar a los demás. «La pandemia hizo despertar en mí esa necesidad».

Salvador da catequesis a un grupo de niños. Foto: cedida por Salvador Morant

Después de prepararse a través de encuentros online, él y sus compañeros pusieron rumbo a la isla caribeña. Allí la pandemia no ha llegado con mucha fuerza, y «la incidencia es baja». Se dedican principalmente a la pastoral juvenil y la catequesis. Visitan enfermos y hacen otras labores de acompañamiento. Desde un punto de vista más social, distribuyen alimentos a familias en riesgo de exclusión y dan clases de informática.

«Está siendo una experiencia muy enriquecedora, tanto a nivel espiritual como personal», subraya. De hecho, se le acumulan las palabras para describirla: «Entrega, gratitud, familia, Iglesia, fe, compartir…». Por todo ello, anima a todos los jóvenes a vivir esta experiencia de misiones el año que viene. «Desde luego, va a marcar un antes y un después en mi vida».