Vosotros, los que me habéis seguido, recibiréis cien veces más - Alfa y Omega

Vosotros, los que me habéis seguido, recibiréis cien veces más

Martes de la 14ª semana de tiempo ordinario. San Benito, abad, patrono de Europa / Mateo 19, 27-29

Carlos Pérez Laporta
Ilustración: DALL.E.

Evangelio: Mateo 19, 27-29

En aquel tiempo, dijo Pedro a Jesús:

«En verdad os digo: cuando llegue la renovación y el Hijo del hombre se siente en el trono de su gloria, también vosotros, los que me habéis seguido, os sentaréis en doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel.

Todo el que por mí deja casa, hermanos o hermanas, padre o madre, hijos o tierras, recibirá 100 veces más u heredará la vida eterna».

Comentario

Parece que Pedro le eche en cara a Jesús un vacío, resultado de todo lo que han dejado atrás por ir con Él: «Ya ves, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿qué nos va a tocar?». Dice «ya ves», como si Jesús no hubiera visto ese vacío, como si lo hubiese pasado por alto y necesitase que Pedro se lo mostrase. Pero no es porque Jesús no lo haya visto. Cuando, fiados en Jesús, abandonamos algo en lo que habíamos puesto nuestra confianza, hay un momento de vértigo, de vacío. Cuando arrancamos algo de nuestra vida para que Jesús ocupe su lugar, es posible que el tiempo que tarda Jesús en ocuparlo ese espacio se llene de fantasmas que nos prometen las seguridades que antes teníamos. Porque Jesús solo puede ocupar nuestra vida poco a poco, en la medida de nuestras posibilidades humanas que van haciéndole espacio. Porque Cristo se convierte en el centro de nuestra vida por amor, no de forma violenta y repentina.

Por eso, como supo ver san Benito con su Regla, es necesaria una esforzada labor de vaciamiento, de ascesis, para espantar los fantasmas y hacer resonar la voz de Cristo, y dejarle labrar poco a poco nuestro interior. Es necesario llegar con las manos vacías para que él las pueda llenar. Es necesario renunciar a conformarse con cumplimiento esponsal, amical, laboral… para que Dios pueda cumplir a través de la esposa, de los amigos, del trabajo. Es necesario no hacer de nuestras cosas lo último, para que terminen siendo cada una de ellas un trampolín al infinito: «Todo el que por mí deja casa, hermanos o hermanas, padre o madre, hijos o tierras, recibirá 100 veces más y heredará la vida eterna».