¿Es que pueden guardar luto mientras el esposo está con ellos? - Alfa y Omega

¿Es que pueden guardar luto mientras el esposo está con ellos?

Sábado de la 13ª semana de tiempo ordinario / Mateo 9, 14-17

Carlos Pérez Laporta
Ilustración: DALL.E.

Evangelio: Mateo 9, 14-17

En aquel tiempo, los discípulos de Juan se acercaron a Jesús, preguntándole:

«¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos a menudo y, en cambio, tus discípulos no ayunan?». Jesús les dijo:

«¿Es que pueden guardar luto los amigos del esposo, mientras el esposo está con ellos? Llegarán días en que les arrebatarán al esposo, y entonces ayunarán.

Nadie echa un remiendo de paño sin remojar a un manto pasado; porque la pieza tira del manto y deja un roto peor.

Tampoco se echa vino nuevo en odres viejos, porque revientan los odres; se derrama el vino, y los odres se estropean; el vino nuevo se echa en odres nuevos, y así las dos cosas se conservan».

Comentario

«¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos a menudo y, en cambio, tus discípulos no ayunan?». La respuesta de Jesús pone en cuestión el propio ayuno de los que preguntan: «¿Es que pueden guardar luto los amigos del esposo, mientras el esposo está con ellos?». No se dan cuenta de que su ayuno era por Él, y que el antiguo ayuno de nada sirve si no es por Él: «Nadie echa un remiendo de paño sin remojar a un manto pasado; porque la pieza tira del manto y deja un roto peor».

Si no es por Él y para Él, no solo no sirve de nada sino que es «peor». Toda la práctica religiosa la había inspirado Dios, pero para preparar el encuentro con Cristo. Todo lo antiguo sirve solo en la medida en que se abra al presente, a la presencia actual de Cristo. De lo contrario lo antiguo se cierra sobre sí mismo y se vuelve contra su propia finalidad: impide descubrir a Cristo presente. La tradición, entonces, se convierte en una forma anquilosada y vacía.

Esto vale para toda práctica religiosa. También las nuestras. Si las practicamos como algo del pasado, no solo no sirven, sino que nos cierran a la presencia de Cristo. Cada vez que rezamos formalmente, cada vez que repetimos mecánicamente, no solo no nos resulta útil, sino que nos cierra a su presencia. No es que lo pasado tenga que desaparecer, sino que lo pasado tiene que ser permanentemente renovado por la presencia de Cristo: «Llegarán días en que les arrebatarán al esposo, y entonces ayunarán». Todo lo aprendido en el pasado tiene que abrirse al presente, a buscar aquí y ahora a Cristo.