Vitals, una historia humana. Nada de lo humano... - Alfa y Omega

Vitals, una historia humana. Nada de lo humano...

Isidro Catela
César celebra su cumpleaños junto a dos sanitarias, en el hospital. Foto: HBO

Dice un proverbio latino que nada de lo humano nos es ajeno. Bien podría ser el pórtico de Vitals, una historia humana, una miniserie documental de tres capítulos de algo menos de una hora de duración cada uno, dirigida por Félix Colomer, con la factura de Producciones El Terrat, y que, en su versión en catalán, alterna en los diálogos el castellano y el catalán.

Grabada en Sabadell (Barcelona), entre marzo y abril de 2020, durante los momentos más duros de la pandemia, podemos verla íntegramente en HBO y latir al son de los desvelos de un puñado de enfermos, familiares y profesionales sanitarios, en un relato conmovedor que arranca en el Caos, atisba la Esperanza en la segunda entrega, y concluye con un canto a la Vida, pero que no nos ahorra una gota de sufrimiento.

Quizá lo que menos les apetezca ahora sea meterse de lleno, aunque sea desde el sofá, en una sala de espera o en una UCI, pero hagan el esfuerzo. Quedará como valioso documento de nuestra memoria audiovisual en estos tiempos grises.

Puede que haya quien eche de menos levantar algo la mirada y no volar tan a ras de suelo, o a quien le pueda parecer un maravilloso e inútil pensamiento de deseo eso de comenzar cantando que «todo va a ir bien», pero, en cualquier caso y sea cual sea el planteamiento vital desde el que cada uno la afronte, es imposible no sentirse interpelado con esta arriesgada historia del presente, que emociona y acongoja a partes iguales, porque, si algo bueno está teniendo esta primera pandemia global de la historia, es que ya no parece posible entender la vulnerabilidad como algo lejano y ajeno. Vitals la acerca, la retrata en primer plano, sin una pizca de morbo, y pone rostro a los que sufren y a los que siguen estando en primera línea de batalla. Pero esta historia tan humana es valiosa, sobre todo, porque tiene la enorme virtud, ya desde el propio título, de sugerir que, tampoco en estos tiempos recios, la muerte tiene la última palabra.