Las últimas décadas han demostrado que la región de Oriente Medio parece cada vez más un polvorín. En el corazón de este tumultuoso escenario geopolítico viven cristianos pertenecientes a iglesias cuyos orígenes se remontan a la época de los apóstoles. Habiendo experimentado recientemente un importante declive numérico y una reducción en su papel en la sociedad, se plantean cada vez más preguntas sobre su supervivencia y su futuro.
Diez años después de los levantamientos de la Primavera Árabe, un grupo ecuménico de teólogos y expertos en ciencias sociales, humanas y geopolíticas, con el nombre de Elegimos una Vida Abundante, ha intentado ofrecer algunas respuestas a cuál es el significado teológico y el impacto geopolítico de esta presencia cristiana. Fruto de ello es Los cristianos de Oriente Medio: hacia decisiones teológicas, sociales y políticas renovadas, con la contribución de más de 100 teólogos, sociólogos, antropólogos o expertos en geopolítica de diferentes países y religiones.
Riqueza y fragilidad
El pluralismo y la diversidad que han marcado esta región a lo largo de la historia constituyen a la vez una gran riqueza y una fragilidad permanente por el riesgo de división y enfrentamiento. Las sociedades de Oriente Medio que no han podido evolucionar hacia el Estado de derecho continúan sufriendo restos de tribalismo, feudalismo, nacionalismo y el entrelazamiento de la religión en la res publica. Todos estos factores contribuyeron también al fracaso de la Primavera Árabe, que no llevó al codiciado cambio en la implantación de la ciudadanía como valor que garantiza la libertad e igualdad de todos. En la delicada situación actual, los cristianos de Oriente Medio deben elegir entre la vida y la muerte, la bendición y la maldición, para ellos mismos y para sus descendientes. Esto implica ,en primer lugar, un cambio de actitud. Su preocupación no debe determinarla la obsesión por la supervivencia, sino el significado espiritual y profético de su presencia. Por ello, hacen falta estrategias sostenibles que aseguren tanto la autenticidad de su testimonio de Cristo Resucitado como la integración comprometida en el contexto geopolítico de sus sociedades.
El documento advierte a los cristianos contra cualquier tipo de coalición entre minorías, pedir la protección de países extranjeros o caer en un repliegue identitario, pues esto pone en riesgo su presencia y su misión. En este momento de la historia en el que la vieja forma de funcionamiento del mundo ha desaparecido y la nueva apenas emerge, se apela al establecimiento de un nuevo contrato social, a la protección de los valores humanos fundamentales, al diálogo y a un compromiso común a favor de la fraternidad humana.
Elegir la vida supone necesariamente desafíos, comenzando por la valentía de emprender una reforma dentro de sus instituciones, a veces caídas en desuso o aquejadas de tradicionalismo y hasta de favoritismo y corrupción. Por otro lado, es importante recordar su papel decisivo en el sector educativo, sociosanitario y hasta político, a menudo en circunstancias muy difíciles. Este papel exige hoy más que nunca que las iglesias continúen su labor y sigan defendiendo la libertad y la dignidad de la persona humana, lejos de cualquier forma de alianza o sumisión a regímenes totalitarios u oligárquicos.
Una arabidad común
Es importante asimismo promover el diálogo y rechazar cualquier violencia o doble lenguaje. Una nueva mirada al islam ayudará a promover un diálogo comprometido lejos del islamismo violento. El diálogo interreligioso estará entonces al servicio de la dignidad de la persona humana y la promoción de las sociedades. Redescubrir la arabidad cultural puede ofrecer una plataforma común para todos los habitantes de la región, sin dañar las identidades propias de cada grupo. Además, es necesario acoger a los desplazados y refugiados con referencia a la fraternidad humana, alejándose de todo populismo que lleve a actitudes y comportamientos racistas contrarios al Evangelio.
Otro desafío constante es, a pesar de la significativa diversidad de comunidades cristianas en Oriente, mantener la unidad en la comunión y el testimonio del Evangelio en una sociedad tan diversa y predominantemente musulmana. La sinodalidad en tanto que caminar juntos es el camino y la piedra angular. Como bien expresa el proceso sinodal inaugurado por el Papa Francisco, es el camino deseado por el Señor para su Iglesia. No resulta fácil, sino un aprendizaje de todo el pueblo de Dios para vivir juntos a la luz de la Palabra de Dios y bajo la guía del Espíritu Santo. De hecho, cualquier Iglesia de Oriente Medio que se vuelque sobre sí misma corre el riesgo de desaparecer. Se impone el ecumenismo, que, lejos de ser una elección o un asunto de los teólogos, constituye una cuestión de vida o muerte. Juntos, los cristianos son la Iglesia de Dios que debe estar presente y activa en este lugar.
Por otro lado, es imperativo revisar la formación en los institutos y facultades teológicas, renovar el discurso teológico y optar por una catequesis inspirada en la tradición común. También involucrar a los jóvenes en la vida eclesial y social ofreciéndoles igualdad de oportunidades y participar en la toma de decisiones, además de reconocer y promover su protagonismo y el de las mujeres. Además del compromiso ecuménico, estos pasos expresan y fortalecen el camino sinodal que coloca a las iglesias de Oriente Medio en una perspectiva de esperanza bajo la guía del Espíritu Santo hasta el advenimiento del Reino del Hijo para la gloria del Padre.