Tras una lesión de médula, aprendió a «vivir otra vez» - Alfa y Omega

Tras una lesión de médula, aprendió a «vivir otra vez»

Por su parte, con motivo de la LVII Jornada de Responsabilidad en el Tráfico, el obispo auxiliar Vicente Martín recordó que al volante «la paciencia y la prudencia» son «virtudes esenciales»

Rodrigo Moreno Quicios
Raquel Escudero se esfuerza por llevar una vida lo más normalizada posible. Foto cedida por Raquel Escudero

Raquel Escudero tenía 37 años cuando sufrió un accidente de tráfico en Namibia. Viajaba a velocidad moderada, pero el impacto fue suficiente para provocarle una lesión medular irreversible. «Soy un buen ejemplo de que una lesión puede ocurrir incluso en situaciones de bajo riesgo», explica. Tras pasar un mes ingresada en Sudáfrica y once más en el Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo, comenzó «a aprender a vivir otra vez».

Su testimonio, compartido con motivo de la LVII Jornada de Responsabilidad en el Tráfico que se celebró el pasado sábado, ilustra la dureza de una realidad que, como dice Escudero, «cambia absolutamente todo», desde el trabajo hasta la vida familiar, el ocio, la vivienda o la movilidad. «Hay que aprender a moverse en silla de ruedas en una sociedad con muchas barreras», detalla.

Pero el mayor reto es emocional. Su lesión «es una herida que no cierra nunca y que, a veces, sigue sangrando», afirma. Frente al dolor físico y neuropático, y a los golpes de la vida, Raquel Escudero subraya la importancia de aceptarse y de apoyarse en los seres queridos. «Gracias a ellos, la vida sigue siendo un regalo precioso que no podemos dejar de disfrutar», concluye.

«En el tráfico se entrecruzan miles de vidas»

En el marco de esta LVII Jornada de Responsabilidad en el Tráfico, la parroquia de San Cristóbal —en el barrio madrileño de Ciudad Pegaso vinculado a la fabricación de camiones—, acogió una eucaristía presidida por el obispo auxiliar de Madrid, Vicente Martín, que fue retransmitida por La 2 de RTVE.

Durante su homilía, Martín dirigió un saludo especial a conductores, miembros de la DGT, fuerzas de seguridad y profesionales de servicios vinculados a la carretera. Es decir, a todas las personas implicadas en la movilidad y el tráfico. Subrayó que «el tráfico es un espacio donde cada día se entrecruzan miles de vidas y donde el respeto, la paciencia y la prudencia se convierten en virtudes esenciales».

El obispo auxiliar de Madrid recordó que la responsabilidad al volante trasciende la normativa civil y se inscribe en la vivencia del Evangelio. «Nuestra fe puede promover una cultura de la vida y del cuidado mutuo», afirmó. Invitó a los fieles a ser «discípulos misioneros» también en los trayectos cotidianos, llevando con su vida «la alegría del Evangelio», con gestos de cercanía y ternura.

En un análisis del contexto social actual, el obispo denunció una «sociedad del riesgo» marcada por el individualismo y la desvinculación. Frente a ello, pidió ser «buena noticia» en medio de las tensiones. «Nuestra tarea es llevar paz, apaciguar rivalidades y mostrar que el otro no es un enemigo, sino un hermano».

Citando a Francisco y León XIV, Vicente Martín recordó que la paz, el diálogo y la reconciliación son prioridades para la Iglesia. Y reivindicó que «conducir también es un acto de amor al prójimo». Finalmente, tras la celebración, se produjo la tradicional bendición de vehículos.